Una parte importante de la lucha política son los intentos por justificar, desde el punto de vista ideológico, acciones emprendidas. Eso, casi siempre, es tarea asignada a cerebros bien amueblados, colocados a disposición de quienes precisan dar sustento a episodios que en muchas ocasiones no resulta fácil avalar.
En esa fase estamos a propósito de la reforma constitucional para permitir la repostulacion consecutiva del actual presidente y la concertación de alianzas a las cuales se ha recurrido para disponer de una explicación más o menos plausible ante la reversión de lo que fue una garantía ofrecida en las horas de campaña electoral, donde parecen soltarse las amarras de la prudencia y desatarse el ofrecimiento de promesas fabulosas.
Resalta, para lograr el propósito, la persistencia en referirse a pactos políticos concertados en el pasado, en inútil esfuerzo por convertir en positivo algo negativo del presente sobre el argumento de que en conductas similares incurrieron quienes critican las trapisondas del ahora.
Hay que decir que una alianza, pacto, coalición o como quiera llamársele, no es algo pecaminoso por naturaleza. En lo que hay que reparar es en las motivaciones que se tengan para el proyecto unitario y, lo más importante, la evaluación definitiva de lo que se lleve a cabo solo será posible después de la concretización del objetivo perseguido. Será en ese momento cuando se podrá concluir si los pasos dados han valido la pena o se trató de una tomadura de pelo.
La historia de los pactos políticos suscritos en el país deja mal parados a sus protagonistas, tanto del pasado como de la actualidad. Se ha tratado de un burdo reparto del pastel estatal, que no solo se ha traducido en perjuicios para la nación, sino que tienen una elevada cuota de responsabilidad en los precarios resultados que hemos obtenido en nuestro desarrollo democrático.
Reducir las cosas a una simple explicación de contextos en que otros acuerdos se implementaron, como forma de alegar que es algo normal, no deja de ser una justificación de incoherencias, contradicciones y desmanes en que han incurrido quienes garantizaron que corregirían lo que estuviese mal y harían lo que nunca se ha hecho.
Lo irónico es que en el momento en que la supuesta popularidad del presidente le permitía independizarse de adhesiones perniciosas, su actitud ha sido consolidar sus vínculos con esas ataduras, con lo cual demuestra que él está constituido de idéntico material.