El famoso pensador Ortega y Gasset, en su obra ya cincuentenaria, intitulada “La rebelión de las masas”, constataba que el mundo actual sufre una grave desmoralización, lo que se traduce en un claro proceso de desorientación, tal vez producto de una amnesia cultural o educativa.
Mientras en el ámbito del derecho, un árbitro es una autoridad que, elegida o aceptada por las partes involucradas, se encarga de resolver conflictos. El árbitro debe ser imparcial y emitir fallos según criterios legales o de equidad.
Lo habitual es que las partes decidan someterse a un árbitro escogido de mutuo acuerdo para resolver problemas con mayor celeridad. Entendiendo el arbitraje como un procedimiento pacífico para resolver conflicto entre las partes.
La República Dominicana de la actualidad se encuentra en los albores de un estado social y democrático de derecho que hace de su función esencial convertir la persona en su centro de atención en cuanto a la protección efectiva de los derechos civiles y políticos.
Para que un árbitro tenga credibilidad y respeto social, su elección debe ser resultado del consenso
El arbitraje se diferencia de la transacción, en que en realidad se trata de un juicio, pese a no celebrarse ante los tribunales, y las partes no resuelven sus diferencias mediante reciprocas concesiones, sino que encargan a un tercero la decisión.
En nuestra sociedad existe una cultura de lo desechable, una clara desorientación valórica, resulta de especial importancia la observancia de los principios éticos en el ejercicio profesional, dentro de lo cual está enmarcada la acción de los árbitros.
Comprometer en arbitro es la facultad que tienen las partes de nombrar a particulares jueces legítimos de sus asuntos. Esa facultad no se extiende, sin embargo, hasta poder nombrar los ejecutores de fallos dictados por ellos, porque tal cosa iría contra el orden social.
En efecto, los árbitros sentencian, pero, son únicamente los jueces quienes, conforme el poder ejercen por ministerio de la ley, pueden ejecutar las sentencias arbitrales».
Como fórmula de solución del conflicto, el arbitraje presupone la presencia de un tercero al que se ofrece y acepta componer las disputas.