Opinión

La música urbana

La música urbana

PÒR: Orlando Gómez Torres
Orlando.gomez@gmail.com

 

Pedirle a la música urbana que “se adecente” es como pedirle al agua que deje de mojar y al sol que deje de brillar; la “decencia” que algunas personalidades le reclaman al género musical es totalmente lo opuesto a lo que este género representa, que en su esencia es el pensar y el vivir de las personas usualmente marginadas dentro de nuestras ciudades que rara vez se ajustan a las ideas comúnmente aceptadas como “decentes”.

Hay formas razonables de adecuar la difusión de esa música sin censurar ni reclamar que se ajuste a lo que no es y nunca debería ser, pero necesariamente debemos empezar a comprender que no es trabajo de los artistas de cualquier género educar a los hijos de nadie, y que la exposición de menores de edad a mensajes como los que emite la música urbana es enteramente responsabilidad de los padres.

La música urbana como hoy se conoce tiene sus principales raíces en la era dorada del rap de principios de los 80s hasta mediados de los 90s, y más específicamente el “dembow” que deriva del reguetón de principios de los 90s. Tanto la era dorada del rap como el reguetón en sus inicios, enfocaron gran parte de su atención lírica a llamar la atención sobre la pobreza en ciudades y metrópolis donde nacieron y crecieron sus exponentes, de ahí en cierto sentido surge el término “urbano” para referirse al global de ese tipo de música. Hablar de “adecentar” géneros musicales que nacen directamente para protestar y criticar el estado de las cosas así como resaltar una realidad cruda, jocosa y a veces violenta, es rayar en lo ridículo.

Una censura total de canciones que es a lo que estamos acostumbrados en nuestro país, es un atentado directo contra la libertad de expresar libremente pensamientos e ideas en la forma establecida en nuestra Constitución, y que presentadores o programadores de canales y emisoras se presten a hacer ese tipo de censuras, las mismos que protestarían si fuera contra ellos, es grave y a la vez contraproducente en la medida que la radio y la televisión se hacen menos relevantes para acceder a esa música.

Es posible hacer más manejable la difusión tradicional de la música urbana sin caer en censuras o reclamar “decencia” de los artistas. De modo privado las emisoras pueden pedir versiones modificadas de las canciones a los mismos artistas donde las palabras consideradas obscenas o insinuantes (a sexo, drogas, etc.) sean silenciadas en la mezcla para poder transmitirlas en horarios normales, o de lo contrario verse relegados a sonar solo en horarios de adultos. De esta forma no se afecta la integridad del producto del artista, ni se recurre a la censura.

En todo caso, el impacto de cualquier medida es limitado. El tema de las letras en la música que se viene transmitiendo por la radio siempre surge y resurge en la medida que la gente se aburra de tratarlo.

La realidad es que la exposición de la población a cualquier tipo de música es su total elección y responsabilidad, así que si tanto preocupa a los padres el hecho de que sus hijos oigan esa música lo único que deben aprender a hacer es darle al botón de apagado a su radio y televisión y sentarse con sus hijos a explicarles la situación. Por más que algunos pretendan lo contrario, no es trabajo de artistas de entretenimiento por televisión o radio educar a sus hijos, ese trabajo es suyo.

El Nacional

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