POR: Orlando Gómez Torres
orlando.gomez@gmail.com
El tema de la reelección presidencial en la República Dominicana parece ser su perenne crisis existencial, sobre la cual se revuelve cada 4 años. El antiguo líder del PRD, Jose Francisco Peña Gómez inculcó el mito de que el pueblo dominicano es anti-reeleccionista, la experiencia, sin embargo, demuestra todo lo contrario ya que en los últimos 38 años todos los Presidentes salvo uno (y no por no intentarlo) lograron reelegirse. El tema de la reelección deberá tener una solución definitiva en el futuro para poner punto final al atolladero institucional que nos viene creando, lamentablemente puede que solucionarlo ahora no sea lo más adecuado.
La no reelección como principio surge en nuestro país en parte para atacar el continuismo de Balaguer en los 12 años, pero en gran medida para atender los problemas particulares del PRD. No hay evidencia de que la reelección en si sea mala ni buena como para aferrarnos a prohibirla constitucionalmente, sin embargo, los efectos colaterales de su prohibición no pueden ser ignorados.
El país vivió 3 reformas constitucionales en 16 años, todas en las que el tema de la reelección fue central en su discusión. Un solo tema nos ha servido para mostrarnos al mundo como un país políticamente inestable que padece una falta de institucionalidad crónica, y francamente la reelección no vale la pena el costo reputacional que nos impone.
Un problema esencial de la actual prohibición de la reelección no es únicamente que en un país que se caracteriza por carecer de continuidad en las políticas de Estado, 4 años son insuficientes, sino que adicionalmente un Presidente que se comprometa a cumplir con dicha prohibición ve limitada su capacidad de hacer pasar su visión de Gobierno en el Congreso, porque su peso político para las próximas elecciones, que sí es relevante para los congresistas de su propio partido, es cercano a cero y por tanto no quedan comprometidos a respaldar las acciones de su Gobierno.
Dicho lo anterior, sin embargo, eliminar la prohibición a la reelección en la actual coyuntura y de cara a los comicios del 2016 pudiera no ser recomendable. La experiencia de Hipólito en el 2002 fue claramente traumática para su partido, y si bien la derrota del 2004 tuvo poco o nada que ver con la reelección, el PRD se dividió y ese evento sigue siendo un punto sensible dentro de la actual crisis de esa entidad.
No conviene a ninguno de los líderes del PLD someterse a similar situación, incluyendo al Presidente Medina, por lo que este tendría que apostar a la modificación constitucional luego de culminado su período, negociando de paso la no reelección de su sucesor.
Hay cosas importantes que van a merecer ser atendidas en una eventual modificación de la Constitución, tales como la definición de la vida y del matrimonio, absurdamente incluidas en el texto vigente. Por el bien del país y con el propósito de la estabilidad institucional que finalmente necesitamos, solo espero que la reelección no sea el único tema en una eventual revisión de nuestra Carta Magna.

