
Raymond Pozo y Miguel Céspedes junto a los ejecutivos de Caribbean Cinemas, Gregory Carrady y Zumaya Cordero, en el pre-show de la premiere de “La vida de los reyes”.
Santo Domingo.- La Vida de los Reyes, comedia de tintes emotivo/dramáticos, inspirada en la trayectoria de Raymod Pozo y Miguel Céspedes -estrenada anoche en proyección premiere-, plantea el gran proyecto comercial dominicano de fin de año, con una serie de características que le auguran impacto en el público.
La calidad cinematográfica de La vida de los reyes, se basa en el apelativo a recursos que resultan eficientes: la muchas veces usada herramienta del empleo del recuerdo por parte de los personajes, la gracia de los dos protagonistas y el pensado ingenio de los dos guionistas, Junior Rosario y David Maler, interpretados con gran sentido por Frank Perozo, quienes optaron por una narrativa previsible, segura pero bien desarrollada.
No es la película de autor orientada a grupos críticos selectivos. La vida de los es un producto con características populares y populistas, realizada con respeto profesional, pese a fallas y previsibilidades que consignarle.
De operar con sus criterios de mercado esta comedia tiene las condiciones para ser la producción dominicana de mayor demanda de boletas en 2021, al tiempo de mostrar una historia honesta, inspiradora y de muchas carcajadas.
Pudo haber sido muchas veces mejor, pero sin dudas que se aleja del garrafón envenenado de la comedia de salidas cómodas y los entrampamientos televisivos y se transforma en una elevación de la consistencia cinematográfica de este tipo de producciones que envía un mensaje a quienes militan de ese lado del cine de masas. El esfuerzo puesto por los guionistas y el director, al evitar la ruta facilista de producción, es notable en el hecho del tratamiento visual del espectáculo homónimo ofrecido en 2019 por ambos comediantes en Palacio de los Deportes, en el cual estuvimos.
Muy bien usadas y en la medida exacta, las imágenes, sin abusar de la multitud que allí se concentró y orientando la trama hacia la narración intimista de ambos artistas.
Céspedes y Pozo, ubicados en el centro de una narrativa que los lleva a probar, por primera vez, el chiste de la inteligente y de base psicológica y gestual en lugar de predominar el humor físico de origen probadamente televisivo, sacan sonrisas con unos silencios medidos y bien logrados.
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La comedia logra igualmente una excelencia de sello popular, al transmitir la imagen del campo sancristobalense, con una paleta de colores sobre una arquitectura popular, un diseño de arte que fue cuidado en vestuarios, peinados y maquillajes, que deberían aportar bonos técnicos en cualquier premiación de cine.