Reportajes

Las potencias imponen decisiones que aplican acorde a sus intereses

Las potencias imponen decisiones que aplican acorde a sus intereses

Si la paz llegara a estar en peligro,  como lo ha estado más de una vez, hay dos instancias creadas al efecto tras la II Guerra Mundial:

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Asamblea General, que aún con tener ese rango, cuando se trata de los pesos pesados de la política mundial, no llega a cabo de los bomberos.

El pequeño y poderoso Consejo de Seguridad se encuentra decididamente tomado entre las manos por las potencias.

La Asamblea General reúne a la mayoría de las naciones  y sus resoluciones suelen ser decorativas, es decir, de cumplimiento no obligatorio.

De ese modo, las resoluciones vienen tomadas ya con injusticia, desigualdad y discriminación evidente, asunto debatido una y otra vez sin soluciones a la vista por los países desfavorecidos.

De ese modo, sin negociar posiciones para los más débiles, que son los más, se quieren imponer soluciones negociadas a otros, los menos, apoyados por los que más pujan para que nazca la criatura preferida en el escenario internacional.

Aunque la sede de las Naciones Unidas es lujosa, no está de lujo.

Y mientras, en el plano local, no es menos patética la situación  diplomática y la de la política doméstica.

Hay dengue mortal despachando niños al cielo por todos lados.

Pero el conflicto árabe-israelí de pronto se ha tornado interesante y hay que ponerle, desde Punta Cana, especie de Olimpo a donde acuden las estrellas, esmerada atención.

Los escándalos en la administración pública se multiplican y corren a granel por los rieles de la impotencia colectiva para hacer nada.

Últimamente, sin embargo, hay serios problemas en las relaciones colombo-venezolanas y hay que evitar lo peor.

Ha llegado la temporada ciclónica y podría sobrevenir una  tormenta trastornadora. Sin embargo, Honduras necesita atención, independientemente de la que le ponen los organismos internacionales.

La delincuencia, la corrupción, las drogas, arropan los acontecimientos nacionales.

Pero lo que se impone es colocar toda la atención en Haití.

Puede haber un terremoto peligroso, han alertado los científicos que alertan sobre fallas que duermen y roncan sospechosas.

Pero la próxima cumbre sobre lo que sea ya viene en camino.

Hay que irse preparando, vuelo en las manos, pasaporte, protocolo, discursos.

Salud precariamente atendida, sin apenas previsión, y educación en la cola de todas las colas.

Mas, hay que poner atención cuidadosa a lo que ocurre en el Magreb o entre Irán y Oriente Medio.

De pronto hay una es capada de las responsabilidades internacionales o la República Dominicana es nomás que una dependencia Naciones Unidas.

Este organismo mundial, se supone, tiene personal: embajadores, especialistas en derecho internacional, abogados capaces, empleados suficientes, para tratar los variados y complejos problemas internacionales como nadie más podría hacerlo en estos momentos.

Los ofrecimientos de mediación internacional, mientras se complican los no menos agudos problemas locales, lucen de lo más interesantes.

La idea, promovida como carta de triunfo tras la cumbre mundial por Haití, es que tenemos ya un rango (ilusorio) con capacidad negociadora para conversar sobre los problemas mundiales de tú a tú.

Mientras esos escenarios conflictivos se asumen con la mayor naturalidad, se van a pique programas, crecen los efectos de la crisis económica en la población, que no encuentra el peso, ya muy devaluado, para adquirir lo indispensable y hay problemas que se agudizan en tanto se alejan y se alejan los responsables de solucionar, por mandato del pueblo que echó el voto para un propósito que no era casi exclusivamente el de reforzar la política internacional casi con exclusividad y como si no existiera la cancillería dominicana.

Hay asimismo, un mandato constitucional pero  invocarlo desde el triunfante Congreso ¿quién lo va a hacer?

Unas cámaras ensimismadas en lo que hace el país en el exterior entre viajes y citas y arreglos musicales y en afinamiento de las cuerdas de la orquestación con la que se olvidan, relegan y anestesian las prioridades, no puede hacer menos que esperar y confiar.

Protagonismos y conciliaciones

Diálogos, intervenciones diplomáticas y consensos conciliatorios tienen como propósito dos posibilidades: la búsqueda extenuante e incesante de un reconocimiento que no se tuvo o la evasión de responsabilidades.

El Nacional

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