El Sermón de las Siete Palabras, pronunciado el viernes, dibujó una sociedad dominicana en franca descomposición, con sus instituciones políticas y jurídicas permeadas por la corrupción, y una ciudadanía desprotegida a merced de la delincuencia y la inequidad social.
Pocas veces, sacerdotes a cargo de recrear las expresiones atribuidas a Jesús durante su calvario, se habían referido en términos tan severos sobre los poderes públicos, partidos y liderazgo político, a los que responsabilizan por la corrupción y la degradación social.
El Poder Judicial cargó con la peor parte en el Sermón de las Siete Palabras, cuando uno de los curas oficiantes dijo que la justicia es una vergüenza para todos los dominicanos, mientras otro afirmó que está implicada en la maldad y la corrupción.
La ácida crítica eclesial se incluyó a senadores, diputados y miembros del Poder Ejecutivo, en torno a los cuales, un cura dijo que sueña que llegue el día cuando cobren salario mínimo en vez de máximo; que en vez de mentir digan la verdad y que viajen en vehículos utilitario en vez de ostentosos.
Los partidos políticos también llevaron lo suyo, a los que los sacerdotes acusaron de exhibir vocación de poder y no de servicios y de coartar la libertad de sus afiliados, al abogar para que estén integrados por personas honestas, y que no sean causa de vergüenza para la colectividad.
Las Fuerzas Armadas y la Policía también fueron blanco de la censura de la Iglesia, al denunciar que están involucradas “en un 90% de los robos, atracos y homicidios”. El único punto luminoso identificado en las Siete Palabras fue el elogio vertido al sistema de asistencia 911.
Tan fuerte fue la indignación de esos curas que también proclamaron el sueño de tener a una Iglesia “más pobre y humilde, acogedora y misericordiosa”, donde convivan sacerdotes “estupendos, maravillosos, acogedores y cercanos al pueblo”, donde no exista la pederastia, al abogar también por “una Iglesia que sepa pedir perdón
Se aconseja, pues, leer detenidamente el Sermón de las Siete Palabras, cuyo contenido, sin duda alguna, distribuye latigazos por todas partes, aunque algunos pecadores de siempre, esta vez salieron ilesos.