QUINTAESENCIA

Legal y legítimo

Legal y legítimo

Rafael Ciprián

La claridad, precisión y corrección en los conceptos es fundamental para andar por los caminos de la vida, decía nuestro padre. Nunca hemos olvidado esa extraordinaria lección. Tan así es que sentimos una agonía cuando no tenemos bien aprendida y aprehendida la idea perseguida.

 Recordamos también que él solía decir, para rematar, que el hombre sin concepto no sirve para nada. Y cuando afirmaba, para advertirnos de alguien que merodeaba mucho: “Ese es un hombre sin concepto”, parecía un francotirador con mira telescópica. Nunca fallaba.

 Esa expresión caía sobre el individuo, no como una verdad revelada, sino como un anatema, una maldición tan certera que era comprobada en poco tiempo.

Refiriéndose a un atrevido pretendiente de una hermana, nuestro progenitor lanzó aquella profética frase. Y el sujeto, que se creía todo un Rubirosa, parece que fue fulminado por la expresión.

 Toda su vida posterior se reveló como un ser desintegrado, egoísta y vago; oportunista y sin formación ni inteligencia. Por su desobediencia, mi hermana pagó cara las consecuencias.

 Por su valor formativo, esa anécdota se la contamos a ciertos grupos de nuestros alumnos del grado de maestría, para que se preocupen por dominar el léxico jurídico.

Algunos gozan más el relato que la moraleja. Pero así vamos avanzando en el proceso, no de enseñanza-aprendizaje, sino de construcción conjunta del saber, del necesario conocimiento.

 Así las cosas, nos llama mucho la atención sobre las confusiones conceptuales que con frecuencia se producen cuando termina un proceso electoral o judicial.

 Los perdedores esgrimen inmediatamente el manido discurso que descalifica los resultados adversos. Declaran que son ilegales e ilegítimos.

La señalada calificación no se justifica a la luz de la legalidad y sobre la legitimidad, los argumentos lucen líquidos, hipócritas y temerarios. Pero lo repiten como un mantra o sagrada oración de despojo de los malos espíritus.

Cuando se usa como táctica para evitar la desmoralización de la tropa derrotada, se puede comprar el discurso. Pero cuando se repite acríticamente y sin claro concepto de lo que se dice, entonces es muy grave.

Tan grave resulta que escuchamos afirmar que las elecciones municipales fueron ilegales porque el partido ganador no sacó la mitad más uno de los votos válidos contados. Y que fue ilegítima porque la abstención fue superior al cincuenta por ciento del electorado, que no hubo cuórum.

Cosas veredes, Sancho.

Hay que estar vivo para oír falacias. No hay ley que prescriba que se ganaba solo si se obtenía más del cincuenta por ciento de los votos válidos, como en las presidenciales, o que debía votar igual porcentaje. Por tanto, fue legal y legítima. Y la ilegitimidad, es moralina de derrotados.