Muchas personas confunden la ley con el derecho. Y que lo haga un simple miembro del pueblo, sin ninguna formación académica, puede ser comprensible; pero que lo haga un profesional universitario nunca es admisible. Y si ese error garrafal lo comete un licenciado en derecho o abogado en ejercicio es verdaderamente reprochable. Esto sucede más a menudo de lo que uno se pueda imaginar.
La gente suele asociar la ley con el derecho y, consecuencialmente, con la justicia. Suelen hacer una especie de razonamiento lógico, que suele ser un ejercicio incorrecto. Dicen que la ley es igual al derecho y que el derecho es igual a la justicia, y que siendo el primer término igual al segundo y el tercero igual al primero, entonces los tres son iguales.
Esa forma de pensar parece correcta, pero produce un resultado incorrecto en estos conceptos. Muy especialmente porque la ley no representa necesariamente el derecho en su conjunto y el derecho no siempre constituye la justicia.
La ley, en sentido estricto, y como acto emanado del Poder Legislativo, es una regla social obligatoria. Es parte del derecho, pero este es el sistema jurídico. O sea, el conjunto de normas que rigen en la sociedad, lo que va más allá de la ley.
Ciertamente, el derecho está constituido por el ordenamiento jurídico. Entiéndase por la Constitución, como norma suprema, y todas las normas y disposiciones que tengan rango sustantivo, como los tratados, convenciones pactos y acuerdos internacionales, debidamente suscritos por el Estado dominicano; las opiniones consultivas de la Corte Internacional de los Derechos Humanos, los precedentes del Tribunal Constitucional (TC), las sentencias en materias de derechos humanos y en materia constitucional de los tribunales internacionales y nacionales. A esto lo denominamos el Bloque de Constitucionalidad.
Pero el derecho también está conformado por los actos, actuaciones y regulaciones administrativas. Estos últimos emanan del Estado, sus instituciones, entes y órganos, ya sean centralizados o descentralizados.
Visto así, de manera sucinta, el derecho siempre es mucho más que la ley propiamente dicha. Es como si afirmáramos que la ley, en un símil con la anatomía de una persona, fuera una esquina de la uña del dedo meñique del pie izquierdo y que el derecho sea todo el resto del cuerpo humano.
Así las cosas, resulta risible ver como muchos profesores universitarios asumen la ley como el derecho mismo. Y, desgraciadamente, en la formación jurídica del estudiante suelen abrumarle con la memorización de leyes particulares y, peor aún, artículos de esas leyes, con la pretensión de que le están enseñando derecho. Nada más embrutecedor para un futuro abogado que esa forma de enseñanza.
¿Y la justicia? ¡Oh!, bien. Gracias.