Opinión

Liderazgo de Obama

Liderazgo de Obama

Tras sus visitas por Cuba y Argentina, el presidente Barack Obama ha puesto a reflexionar en el liderazgo latinoamericano. La región que se había inclinado a la izquierda timoneada por el finado Hugo Chávez y el acosado Lula da Silva se ha quedado hoy huérfana de referentes. Las razones hay que buscarlas en fenómenos como el de la corrupción y la caída de los precios de las materias primas.

En medio de un panorama tan difuso al presidente de Estados Unidos solo le ha bastado con mover unas cuantas teclas para erigirse como la figura política más relevante del continente.
Obama no fue a Cuba a discursear ni a mostrar las bondades del capitalismo. Sin dejar de ser el presidente de la nación más poderosa del planeta, llegó y compartió en La Habana como una persona normal. Jugó una partida de dominó, compartió con un humorista y presenció un partido de béisbol. Y antes que cuestionar la revolución cubana, volvió a reconocer que el bloqueo económico había sido un fracaso. Si Obama se sintió a gusto con su viaje a Cuba, que nadie enjuició en forma negativa, también con su gira a Argentina, donde el broche de oro lo puso en la recepción en que bailó “Perfume de mujer”.

En un contexto en que los referentes políticos de la región son revisados, Obama se ha colocado por encima del bien y del mal. Incluso el sistema político que representa, al que se atribuía la culpa hasta de las epidemias sanitarias, es visto como el modelo para superar las injusticias, las desigualdades y la corrupción que, entre otros males, han lastrado el desarrollo de estos países.

La caída de Lula plantea un gran problema para la izquierda en América Latina. Y peor todavía si se prueba que el éxito que lo convirtió en un ejemplo a nivel mundial estuvo basado en un esquema de corrupción que hoy pasa factura a los brasileños. Al líder del cuestionado Partido de los Trabajadores (PT) se le citaba y veneraba en todos los ámbitos como el genio que despertó y echó andar a un gigante dormido o como el político que ejecutó la profecía de Stefan Zweig, quien había calificado al Brasil como la nación del futuro.

Pero Lula no es el único mito que se ha apagado. Sin la solidaridad del petróleo que catapultó al finado Hugo Chávez en una época en que los precios del crudo eran prohibitivos y con Fidel Castro convertido en honorable anciano; con líderes que se han encumbrado en la derecha o sin la menor audiencia pública ¿quién es entonces la figura política que llena hoy el vacío de liderazgo en la región? No hay que dar muchas vueltas para percatarse de que se trata de Barack Obama, el representante de una nación que hoy transita otros senderos. Obama, aunque cueste aceptarlo, representa un nuevo pensamiento, que tiene en las reformas internas y la apertura de relaciones diplomáticas con Cuba una de sus expresiones más concretas.

El Nacional

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