El período comprendido a la Segunda República (1863-1916) se caracterizó por la inestabilidad política, económica y social. Violencia política, nadie tenía la cabeza segura sobre sus hombros. Hubo más de 20 presidentes de los distintos colores (rojos, azules): lo más fácil era matar un gobernante.
En algunos casos un Presidente duraba dos y o tres meses en el poder y desde ahí podía terminar muertos, a la cárcel o el exilio. Esa inestabilidad se manifestaba en una pobreza aterradora: la población en su mayoría era analfabeta, solo había un pequeño sector de intelectuales en Santo Domingo y Santiago de los Caballeros. Una consecuencia de la Guerra de la Restauración (1863-1865) fue el nacimiento por doquier de los caudillos, los caciques locales, provinciales, que eran una especie de gobiernos regionales.
Estos con frecuencia mantenían la inestabilidad en el país, República Dominicana era ingobernable.
La primera etapa de la Segunda República fue liderada por Báez y Luperón, como figuras antagónicas, hasta que Lilís se convirtió en dictador.
El breve proceso de paz entre comillas que vivió el país fue durante la dictadura de Ulises Heureax y la invasión norteamericana.
Es justo destacar que, a diferencia del partido rojo, todos los presidentes pertenecientes al partido azul eran progresistas, honestos, nacionalistas y democráticos.
Báez y su partido rojo eran corruptos, no creían en el proyecto de nación y siempre vivían en busca de un protectorado o anexar el país a España, Francia, Estados Unidos u otra potencia.
En relación a la invasión norteamericana, el país fue colonia de Estados Unidos por ocho años, etapa muy convulsa, ya que se desató un descontento generalizado en contra de la invasión.
Se destaca la campaña a nivel de prensa internacional y los grupos guerrilleros luchando en contra de los invasores.
Roberto Valenzuela
Una acción patriótica
Estamos en el mes de la patria, un período para rendirle tributo a los héroes nacionales que con sangre y fuego nos dieron nuestra indipendencia e identidad.
Transitaba por una avenida de la capital y me encontré con la grata sorpresa de que un grupo de estudiantes con sus maestros, de un centro educativo público, interpretaban himnos alusivos a los padres de la patria.
Ese es un ejemplo a imitar por todas la escuelas públicas y colegios privadas.
Por: Christian Oviedo