Los árboles acordaron con Salomé desvestirse lentamente, pero la lluvia los despojó de sus últimos rubores. Ahora en su desnudez se han alejado hasta los pájaros, y al sol ya no le interesa su escasez de sombras.

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Los árboles acordaron conmigo lentamente revestirse, de la inmensa vastedad del marrón donde todos somos tierra; del mamey que alegra hasta las casuchas más tristes; del rojo intenso de la vida; del rojo vino de añejas experiencias que no pueden narrarse.

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Soy una y todos los árboles que me circundan, las que viajan por este paraíso de bellas casas y jardines que nunca han oído hablar del cambio climático, ni del humo que apaga ciudades y sofoca con su calcinada carga de huesos amazónicos.

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Todo es perfecto en esta tarjeta postal que se llama Scarsdale, solo que la palabra Scar significa cicatriz y en el lado izquierdo de una callecita que desemboca el Círculo de Poetas, te indican que en una de esas casas creció Malcom X.

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Y no era en Harlem? No, Malcom era un muchacho negro de los suburbios que hoy descansa junto a su esposa e hijos en un bellísimo cementerio de esta hermosa cicatriz que es Scarsdale.

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Es la lluvia, o es el otoño, o es el verde que se recluye, o es la memoria de Malcom y sus incendiarios discursos, o es sencillamente que arrastro penas que asoman, como la muerte de una joven mujer y madre en Bruselas.

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Empero, no todo es tristeza. Hay una exposición de Phillip Roth en la Biblioteca de Newark y allí han reconstruido su Biblioteca, con todos sus libros esenciales, sus armas secretas. “No te adentres en la angustia otoñal de este autor, advierten, pero el otoño no es cuestión de lugar.

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Se inicia en Europa, donde el hombre demuestra una vez más su condición de bestia y el fantasma del neofascismo resucita triunfante. Y, en Brasil, donde un inculto y violento militar que encontró el Dorado en su desprecio de lo alternativo, lo negro, lo femenino, lo homosexual amenaza con reelegirse.

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Recurro a los Celtas, dueños del bosque y la fuerza de sus árboles. Necesito esa savia vital para poder aguantar el peso de la armadura.