Hoy escribo rememorando vivencias y martirios de los tiempos de mi niñez. Dadas las limitaciones económicas de mi adorada madre, nombrada directora-profesora de la escuela rural El Firme, en la inolvidable sección Los Mineros, jurisdicción de San Cristóbal, tuve que trasladarme a vivir con ella allí con 5 años, según me ha reiterado mi tía, hoy madre espiritual, la profesora Luz Nina viuda Peña.
Los Mineros es también terruño de mis amores. Dista 45 kilómetros de la ciudad donde nací, San Cristóbal, y allá en esas lomas aprendí a trabajar agricultura, criar aves, ordeñar vacas… Es próspera en la cosecha del café, arroz, maíz, víveres, habichuela, árboles frutales. Allí no sufrí hambre, aunque luego sí en otros lugares.
En todas las ocasiones, mi adorada madre y yo nos trasladábamos en mulo desde San Cristóbal. Cuando llovía, el trayecto duraba hasta 20 horas. Sólo había dos carros que iban de la Ciudad hasta Cambita El Cruce, conducidos por los admirados amigos Marianito, Atanasio y luego Miguel, pero mamá y yo andábamos en dos mulos y un caballo: El Rucillo, El Bravo y la Maravilla.
Cuando era diputado, en 1966-70, visitaba esas regiones a resolver problemas de sus ciudadanos y problemas junto al senador Adriano Uribe Silva y los diputados Osiris Madera y José Mueses.
¡Y cuánto pesar siento hoy al saber una vez más la penosa situación que atraviesa el Distrito Municipal de la Colonia, Los Mineros y El Cacao, con carencia de agua durante 15 años por falta de un acueducto!
Otro hecho doloroso es la situación de El Cacao, hoy destruido por las tormentas.
Aunque sabemos que el gobernador provincial ha realizado esfuerzos, y es admirable, el Gobierno no escucha las quejas del los síndicos de El Cacao y La Colonia y de la gente de Los Mineros.
Los Mineros, razón y grandeza, recuerdo de mi infancia, aunque muchos de sus habitantes se han trasladado por circunstancias a residir en San Cristóbal, otros lugares y Estados Unidos. Los mineros tierra bendecida que pronto volveré a visitar, en compañía de mi amigo Juan Santana y el periodista Carlos Corporán a ofrecer un abrazo a tantos amigos y amigas del ayer y ofrecer una oración por su rescate y así al cementerio a rezarle a tantos que me ayudaron, como Luis Bun Martínez, Quiquito Soquier, famoso acordeonista.
Don Agustín Mejia, Don Negro Jerónimo, Manuel Chalas, Ricardo Fuster, Ramón Soquier, Manilo Mejia y Familia, y a escuchar los cuervos y los caos, ver la escuela donde mi madre ofreció clases durante 20 años y rememorar a Lolo Mejia, Mercedes, Lillian, Freddy, Billyn Núñez, Angélica y sus hijos, y verter lágrimas al contemplar el lugar donde residíamos junto a mis idolatradas hermanas, Ana Luisa, Teté, Siria, Sonia y Papo.
Siendo adolescente, mi tía Doña Luz fue a buscarme y me acogió en su casa para continuar mis estudios hasta graduarme de abogado y ser algo más. ¡Ayuda, ayuda efectiva gubernamental para Los Mineros, El Cacao y la Colonia!