Aunque tengo licencia de manejar desde hace 40 años, decidí gestionar una licencia de conducir en USA. ¡Que martirio!, me tomó más de un mes y reprobé el examen práctico en cuatro ocasiones antes de conseguirla.
Manejar siempre agarrando el volante con las dos manos, en las posiciones del reloj «Diez y quince» es fatigoso y cuando aparece el letrero de «PARE» hay que detenerse completamente, aunque no veas a nadie cerca. Las líneas blancas a la derecha para ciclista o autobuses repetidamente me las comía.
Para pasar de un carril a otro hay que poner la señal, luego mirar por encima del hombro para asegurar que no hay vehículos en el espacio «ciego» del retrovisor. Al llegar a una intersección la preferencia la tiene siempre el peatón o el vehículo que llega primero, y una luz amarilla intermitente a los lados o en el medio de la vía, significa que debes bajar la velocidad significativamente.
De regreso al país, decidí poner en práctica mis nuevos conocimientos, y al llegar a cada esquina, me detenía, daba la preferencia a los peatones, sin embargo, los conductores detrás de mí, tocaban insistentemente la bocina y solo atinaba a escuchar frases que terminaban en «…dejo»…»on».
Un conductor empezó a tocarme bocinas y a sabiendas que Yo estaba haciendo lo correcto, decidí darle una lección. Dejé que me rebasara, me coloqué detrás, de él, y por cinco cuadras iba tocándole la bocina como si fuera una caravana de matrimonio. De repente …¡¡¡PUM… lo choqué !!!
El conductor se desmontó enfurecido y mientras su mujer lo contenía yo repetía. -No fue adrede-. Afortunadamente las cosas no pasaron de ahí, pero desde entonces, Pa’l carajo, eso de enderezar entuertos, mejor le dejo al gobierno la ejecución de un plan: “Quisqueya manejo contigo” para re-educarnos y contribuir a bajar las tasas de muertes por accidentes de tránsito que son las más altas en todo el mundo.