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Mano de obra para el azúcar

Mano de obra para el  azúcar

Orlando Inoa, en su libro Trabajadores Inmigrantes en República Dominicana (2018), ha logrado el que probablemente sea uno de los estudios más completos de la mano de obra obrera traída para la industria del azúcar.

Su relato es apasionante: 1872 fue una fecha trascendente para la naciente economía dominicana, en el lomo de su industria azucarera.

Ese año marca el establecimiento de la industria azucarera, que se basó en la explotación de la mano de obra cocola, que resultaba barata y que fue importada desde las islas de habla inglesa de las Antillas menores, ante la resistencia de los dominicanos de dedicarse a una labor tan dura como la del corte de la caña.

Los dueños de ingenios intentaron suplir la mano de obra para la zafra, mediante los hombres vecinos de los ingenios, pero resultó una fuente claramente insuficiente por lo que se optó, primero, por importar braceros de las Antillas Menores y, luego, se apeló a traer haitianos.

Los cocolos

El primer empresario azucarero que propuso captar braceros cocolos fue Carlos F. Loynaz, que había instalado dos ingenios en las proximidades de Puerto Plata con un primer embarque de 31 hombres negros de Island Turks (dominio inglés en el Caribe), devueltos por las autoridades locales alegando que no se cumplió con el decreto de inmigración de 1867.

El segundo fue el político y comerciante de Santiago José M. Glas, el 20 de enero de 1979, autorizado por el gobierno provisional de Cesáreo Guillermo, que concedió una subvención de 120 pesos por cada uno de los 20 braceros que trajo a Samaná.

El mayor promotor de la idea de importar braceros era el inventor y empresario norteamericano Willian L. Bass, quien inició un amplio programa de importación de trabajadores en 1993, contratando en abril la goleta Amparo en San Pedro de Macorís y la envió a Puerto Rico para reclutar trabajadores para el Ingenio Consuelo, de su propiedad, a los que ofrece un bajo salario, gesto que imitaron otros dueños de ingenios: Santiago W. Mellor, Ehlers, Friedheim y Cia y Juan.

El autor

Orlando Inoa, historiador, sociólogo y editor, hizo su primera entrevista sobre inmigración proletaria en República Dominicana, el 27 de mayo de 1985 a Agustín (Tin) Pichardo, en Santiago, la segunda a Rachid Zaiter, el 1 de junio de 1988 y la tercera a José Ricardo Ferris Iglesias, el 19 de octubre de 1988, en procura de reconstruir la historia de la inmigración árabe en el país.

De estas primeras acciones de investigación, Inoa publicó el primer avance, un artículo historiográfico titulado “Los árabes en Santo Domingo”, para posteriormente publicar en 1999 una primera versión del libro que ha editado ahora en 2018, en la que no se incluyó la inmigración china.

Harry Hoetink

El autor indica que el ensayo que le ha servido de guía para la investigación es “El pueblo dominicano 1850-1900”. Apuntes para su sociología histórica, publicado por la Universidad Católica Madre y Maestra, que estudia en especial el periodo 1960-1972, respecto de la cual solo la inmigración china no se vinculó a la industria del azúcar, dice Inoa en sus conclusiones.

El autor se lamenta que desde que inicio su trabajo en el tema, es poco lo que la historiografía dominicana ha aportado al tema y prácticamente no se han lograd avances, desde que Hoetink publicó su esclarecedor trabajo.

El autor profundizó en la trascendencia de la inmigración cocola, cuando la organización no gubernamental suiza, Helvetas, por medio de su oficina en Santo Domingo, para que escribiera un texto comprensivo de esta inmigración al país, producto de lo cual publicó “Los cocolos en la sociedad dominicana”.