El 3 de febrero del 1932 el Superintendente General de Enseñanza de la República, don Pedro Henríquez Ureña, recibió en su despacho la siguiente carta, de un joven cuya edad sobrepasaba los dieciocho anos: “Nos obliga a molestar su atención ocupadísima en estos momentos, la necesidad que tenemos de examinarnos en octavo curso, para lo cual no contamos con recursos para ir a la Capital”.
Quien hacia tal solicitud para ser examinado como “estudiante libre”, era nada menos el que décadas después se convertiría en el mejor novelista dominicano hasta estos tiempos, Ramón Marrero Aristy, que con su emblemática novela social Over, denunciaba la cruel explotación de los trabajadores caneros en la por entonces naciente industria azucarera.
“Los exámenes de término en la enseñanza primaria superior deben efectuarse en una escuela normal oficial. Lamento que no sea posible, por lo tanto, concederle el examen que pide”, respondió el maestro a la desesperada misiva del joven estudiante que, apremiado por la extrema pobreza, veía en la enseñanza la única vía de escape para superar los tormentosos días de hambre y miseria que marcaron su infancia y adolescencia.
Aunque la respuesta fue desfavorable, Marrero no cejó y como autodidacta logró su cometido. Bebió en cuantas fuentes del saber estuvieron a su disposición hasta forjarse como un intelectual de primera línea que deslumbró con sapiencia e ingenio, entre otros, a Rafael Trujillo, quien, luego del exitoso papel que este jugo en el desmonte de la huelga azucarera, liderada por Mauricio Báez entre los cañeros de San Pedro de Macorís, y la organización del Congreso Obrero de 1946 en el que demostró liderazgo al hacer comparecer a buena parte de la oposición política que se había refugiado en Cuba, lo hizo su secretario de Trabajo.
El cargo le sirvió para dar riendas a su vocación obrera impulsando la creación del Comité Nacional de Salarios y de hacer aprobar, en colaboración con el intelectual vasco Jesús de Galíndez, ambiciosas leyes laborales reivindicativas de los trabajadores que, junto a otras legislaciones, engrosarían posteriormente el llamado “Código de Trabajo Trujillo”.
Para arribar hasta ahí, Marrero vivió unos primeros años de juventud lastrados por toda clase de carencias y vicisitudes sin cuento, plagados de peripecias y hazañas en cuanto a sobrevivir y buscarse la vida se refiere.