Reportajes

Millones de personas sobreviven entre carencias y pretensiones quiméricas

Millones de personas sobreviven entre carencias y pretensiones quiméricas

Las Naciones Unidas encontraron, tras no escasos y denodados esfuerzos, el modo más eficaz de medir la pobreza.

Eliminarla es otro porvenir. Pesarla es aún más crítico: debe equivaler a la materia de una masiva estrella de neutrones que pesa trillones de toneladas por centímetro cuadrado.

Pesa tanto que deviene utopía pensar siquiera que pudiera ser eliminada. Además, es tan útil que hay hasta confesiones tradicionales que viven de que ella exista.

Viven de ese ejército inmenso de iletrados que no entienden su situación y que no es llevado a la educación para que sirva a propósitos de los llamados “inconfesables”, políticos, económicos e ideológico-religiosos.

El anuncio fue hecho recientemente, poblado de las minuciosas observaciones y controles de lugar.

La fiera pobreza se resistía olímpicamente a ser primero desnudada para que su peso coincidiera con los esquemas de medición de los expertos, y luego encaramada en una balanza de fino prestigio internacional.

Como se sabe, las balanzas no suelen tener control de los balances, más aún en América Latina, región que se señala campeona mundial de las desigualdades.

Sólo en esta región hay materia para variados entretenimientos poblacionales, nutricionales y de desigualdad al punto.

La mundialidad en algo nos toca y nos retoca.

Lo demás, lo material, lo que sostiene la vida, se lo han tomado sin permiso los más fuertes a sangre y fuego.

Todo debía hacerse rigurosamente, conforme a los estándares precisos  exigidos por el organismo internacional y bajo las normas prudentes de la neutralidad que como se sabe, apenas existe.

Si  la neutralidad existiera en Naciones Unidas el Consejo de Seguridad, arropado por los que pelean rudo y a muchas caídas, fuera otro y estaría en otras manos.

Controlar la pobreza es tarea titánica.

Hasta la ONU, que suele hacer cumplir sus resoluciones a los más débiles, duda y parpadea ante ella.

Las Naciones Unidas son un organismo racionalista y de ahí la metafísica del hambre, sus grandes gurúes y dirigentes se la dejan a los trovadores y poetas.

El canon aconsejable en cada caso es el de evacuar cifras no sólo más alarmantes en cada entrega periódica sino más precisa y más poblada de la mejor matemática.

Ahora bien, el problema del hambre material es más complejo y urticante y por ello, esa tarea se transfiere a las áreas de asuntos de largo plazo.

Ahora ya se cuenta con un medidor universal de la pobreza, una irónica racionalidad que utiliza gente que cobra  muy bien su trabajo en Naciones  Unidas, que no puede ser mal empleador pues no le luce ni puede ejercerlo.

El instrumento de medir sin atacar la pobreza es lo que más se parece a la impotencia para logar que las naciones más desarrolladas y los más desarrollados dentro de las pobres repartan solidariamente las ganancias que les exceden y que justamente deben estar en manos de los más necesitados.

Por demás, los conmovedores discursos en los foros internacionales pueden incluso sorprender y estremecer.

Pero no van a enternecer y a sensibilizar a nadie hasta lograr que las cosas no pasen de limosnas ocasionales sobre todo ante casos de desastres apocalípticos, como el de Haití.

Cuando se restablece la “normalidad” del silencio y el poder mediático se traslada a otras fronteras, sobrevienen de nuevo la apatía y el olvido.

Medir la pobreza solamente equivale a medirle un anciano de noventa años las proporciones a la virginal concursante de un certamen de belleza y aspirar  a nada más.

La virgen no va a ceder y de hacerlo, el anciano no va a poder.

Anunciar con enorme despliegue haber encontrado el santo grial de la medición de la pobreza es como encontrar un tesoro que nadie en su cordura va a intentar sacar del océano a enorme profundidad, sólo o mal acompañado en medio de la oscuridad y con riesgo de morir en el intento.

Como historia risible, esta medición bien puede concursar para una de las mejores del año.

Es el arte de medir las dimensiones de un rinoceronte sin primero agarrarle el poderoso y agresivo cuerno.

¿Se estará haciendo algo verdaderamente útil, salvo que se trata de un espectáculo, y cada uno tiene su público con esta medición?

Quienes ignoran las sabias formulaciones, los severos criterios de selección de temas, la coherencia y la grave precisión de las Naciones Unidas, probablemente se sienten confusos para entender el fenómeno que consiste en medir sin consecuencias serias, al importante organismo internacional.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación