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Mujer especial

Mujer especial

Pedro P. Yermenos Forastieri

Ni ella ni su marido eran oriundos del pueblo donde se habían establecido.
Ella, acabada de graduar de abogada, lo que había estudiado más para satisfacer la ilusión de su papá que por auténtica vocación.

El caballero, médico pediatra provisto de una gran empatía para calmar la ansiedad de los pequeños, siempre transparentes y absolutamente descontaminados de las miserias adultas..
Poco tiempo fue necesario para que ella ratificara que eso del ejercicio de una carrera tan demandante como el Derecho, no era lo suyo.

Menos en un espacio ajeno, sin relaciones que le ayudaran a conseguir clientela a través de la cual poder satisfacer sus elevadas apetencias. Lo que sí tenía claro era que eso era una aspiración irrenunciable y estaba dispuesta a obtenerlas sin reparar en peajes que fueran requeridos.

Transitando el camino de encontrar la vía que le condujera a conquistar sus objetivos, lo descubrió en el fragor de la política, ejercida en estos lares sin pretensión de redención social y con ganas de alcanzar fama y dinero al menor esfuerzo.

Eran tiempos de autoritarismos y nadie con mejor perfil que ella para demostrar fidelidad absoluta a la figura del Patriarca y disposición para hacer lo indicado en interés de consolidar un liderazgo derivado más del manejo presupuestario que de características naturales y mucho menos de capacidad.

Sus cualidades le hicieron ganar un súbito espacio en un territorio al que, a esas alturas, ya manejaba mejor que sus propios ciudadanos.

En adición, el Cacique la designó su representante, lo que expandió su influencia.
En unos años se celebrarían elecciones y, como era previsible, su líder nueva vez se repostularía. Fueron meses frenéticos para ella. Apenas dormía cuatro horas.

Marido e hijos perdieron su atención, porque no podía dedicar un segundo a cualquier cosa que la distrajera de su propósito fundamental, en el que estaba en juego la seguridad del porvenir de todos.

Contra todo pronóstico, la oposición se impuso. A regañadientes y con múltiples condicionantes, el poder cambió de mano. Nuestra protagonista, como era normal que sucediera, quedó excluida de toda posición pública.

De golpe y porrazo regresó a sus inicios. A la búsqueda de la actividad donde canalizar la increíble energía que poseía. La solución vino rápido. Se convirtió en pastora religiosa y, tan de repente como en su pasado oficio, volvió a disfrutar de bonanzas tan alejadas del ejemplo de humildad que ofreció su nuevo Mesías.