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Ni pacto ni reforma

Ni pacto ni reforma

Luis Pérez Casanova

El Gobierno lanzó un globo de ensayo con la reforma fiscal, dejando una ventana abierta con el salvavidas a la mano por si la estrategia no prosperaba, como en efecto ocurrió. Ante el malestar generado por el proyecto no hubo más que recurrir al librito, correspondiendo al Presidente la anulación del proyecto, sin obviar su compromiso de escuchar el sentir de la población antes de tomar cualquier medida.

Por faltas de condiciones, el presidente Luis Abinader no solo desistió de una reforma que los organismos internacionales consideran fundamental para evitar la insostenibilidad fiscal para cumplir con el pago de la deuda (que supera el 70% del PIB), sino del pacto que consigna la Estrategia Nacional de Desarrollo.

Esas condiciones nunca estarán dadas para, en este caso, aumentar los impuestos para elevar las recaudaciones. Menos todavía en víspera o en pleno fragor de una campaña electoral. Sabe que sería como afilar cuchillo para la garganta.

Con el rechazo ganado por la reforma era harto comprensible que el proyecto era inviable. La oposición, muy en contra de su voluntad, tuvo que rechazarla; los empresarios, que sabían que sobre ellos caería el mayor peso, ni se diga. Sin importar que saben arreglárselas para transferir la carga a los consumidores.

Los senadores oficialistas enviaron un claro mensaje al anunciar una iniciativa para evitar los tributos y es obvio que con la militancia del PRM, marginada y ninguneada por los funcionarios, no se podía contar. Los sectores populares jamás aceptarían los gravámenes sin que se encarcele a los exfuncionarios sospechosos de enriquecimiento ilícito y se recuperen los caudales defraudados.

Antes que la reforma, distintos sectores también se inclinan por la eliminación de los privilegios de los congresistas, suprimir algunas exenciones, bajar los altos sueldos de los funcionarios y quitar el subsidio a los partidos políticos.
Además de que no contaba con nadie, el Gobierno tiene en contra el festival de alzas de precios que tiene al garete a los consumidores.

En esa tesitura, o con una atmósfera tan picada, no quedaba más alternativa que desistir del proyecto de una manera sensata y bondadosa, como se advirtió cuando el Presidente destacó que desde principio de su Gobierno se comprometió de manera absoluta con la calidad del gasto, el manejo prudente y transparente de los fondos públicos y la recuperación de los bienes sustraídos al Estado.

Tras fracasar en dos anteriores intentos en aumentar los impuestos el mandatario sabe que no puede insistir en el proyecto sin pagar el precio.
Nunca la reforma fiscal había estado tan justificada con el hoyo provocado por la crisis sanitaria. Pero para su aprobación se necesita voluntad y capacidad de persuasión a la población.