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Orto-escritura

Orto-escritura

Peor que un lengua de Máuser es un lengua de mime
El empleo del vocablo /lengua/, referido al órgano anatómico, como símbolo de la expresión, es decir equivalente a lengua como sistema lingüístico, data de viejos tiempos. Como “de la abundancia del corazón habla la boca”, las actitudes y comportamientos de las personas se captan por lo que hablan.
De ahí la denominación de los caracteres a partir de una tipificación de la lengua, en obvia referencia a ese inocente órgano que algunos identifican como “la sin hueso”.

Equívocamente he creído que la frase “La lengua es el castigo del cuerpo” es de origen bíblico, pero no es así. Lo que se puede asegurar es que la retórica religiosa hace uso frecuente de este dicho.

La referida sentencia empalma bien con algunos extractos bíblicos, como esta apreciación del apóstol Santiago: “Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!”. (Santiago, 3,5).

Que “la lengua es castigo del cuerpo” queda ratificado en el refrán que reza: “La lengua habla y se esconde, el hocico es el que paga”, el cual encierra una amenaza para comunicadores, predicadores, políticos y todo quien haga uso de la palabra para censurar o denunciar comportamientos viciados de los poderosos.

Las locuciones adjetivas “largo de lengua” y “ligero de lengua” califican a personas a partir de cómo emiten juicios y opiniones sobre otras personas o sobre acontecimientos. La primera significa: “Que habla con desvergüenza o con imprudencia” y la segunda: “Que sin consideración ni miramiento dice cuanto se le ocurre o se le viene a la boca”. Todos conocemos a alguien así.

A quien se le vaya la lengua no le ha ocurrido un trauma en el órgano que lleva en la boca, sino que posiblemente haya hablado de más, pues esta locución verbal guarda el significado de “escapársele a alguien palabras que no quería decir”.

Si de usted se dijera que “parece ha comido lengua”, dese cuenta que está hablando mucho. Una forma de mi padre mandar silencio a sus hijos era comentar que “tienen flux de lengua”, vale decir que una persona habla mucho.

Lo contrario de lo anterior sería “meterse la lengua” en determinada cavidad. O “morderse alguien la lengua”, que quiere decir contenerse en hablar, callando con alguna violencia lo que quisiera decir. Situación parecida es la de “pegársele a uno la lengua al paladar”, que deja dicho: No poder hablar por turbación o pasión de ánimo.

Sirven para calificar a personas los siguientes usos metafóricos de la palabra lengua: a) ser alguien lengua sucia: Condición de la persona dada al uso de palabras groseras. b) sacar la lengua a alguien: Burlarse de él. Todos le están sacando la lengua. c) tener alguien la lengua larga, o muy larga: Ser propenso a hablar de más y de forma inconveniente.

La expresión más sugerida por lectores de los artículos sobre este asunto publicados los domingos 9 y 16 de junio ha sido, sin duda, “lengua de Máuser”, en alusión a un poderoso fusil alemán diseñado por Paul Mauser en 1898, y fue el principal fusil de la infantería alemana en la Primera Guerra Mundial.

Se denomina lengua de Máuser a personas cuyas palabras son disparos, capaces de destruir ánimos, voluntades y reputaciones.

Las personas con esta característica descargan algo más que una pela de lengua. Que es algo así como caer en la lengua del doctor Ernesto Fadul. Lo único peor que Fadul coja a uno en su lengua es ser atravesado por un lengua de mime, arma blanca muy delgada y filosa.

El Nacional

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