A partir de este domingo, cuando según la oposición y sectores populares termina el período para el cual fue elegido el presidente Jovenel Moïse, el fantasma de la incertidumbre planea sobre la siempre convulsa República de Haití.

Moïse, quien ha recibido el respaldo de Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA), ha advertido que permanecerá en el poder hasta el 7 de febrero de 2022 cuando de acuerdo con su interpretación de la Constitución termina su mandato.

Los violentos disturbios que se han originado en demanda de que deje el poder, reclamo al que se han sumado la Iglesia católica y grupos empresariales, proyectan una crisis de gobernabilidad para Moïse permanecer en el cargo.

Los sectores que lideran las movilizaciones populares no están dispuestos a permitir lo que consideran una violación constitucional, sin importarles las consecuencias.

Al margen de la crisis constitucional el mandatario ha jugado a ganar tiempo desde 2018, cuando se pospusieron las elecciones para renovar el Parlamento.

Moïse tampoco ha avanzado en la lucha contra la corrupción, en lo que se ha limitado a la creación de comisiones para investigar escándalos.

En una nación que tiene en la violación su recurso favorito para dirimir conflictos y con una frágil seguridad interna el panorama se torna incierto con la crisis sobre la permanencia en el poder del presidente Moïse. Mientras tanto las autoridades dominicanas tienen que estar atentas al desarrollo de los acontecimientos.