Editorial

Poderosa industria

Poderosa industria

En República Dominicana desde hace tiempo opera una vieja y poderosa industria de fabricación y comercialización de medicamentos falsificados con tanto poder e influencia que Ministerio Público ni Salud Pública han podido desmantelarla. En todo el territorio nacional se expenden falsos estimulantes sexuales elaborados con agua, azúcar, colorante, aceite y tiza o medicina prescripta para la hipertensión, diabetes o simples analgésicos que contienen ingredientes dañinos a la salud.

Pro Consumidor advierte que grandes cantidades de medicamentos falsificados o adulterados inundan el mercado dominicano, pero no se conoce de algún infractor a la ley que haya sido detenido ni mucho menos sometido a la justicia por la comisión de un crimen de esa magnitud.
Son muchos los pacientes que ignoran que consumen productos inocuos o perjudiciales para sus males crónicos, porque los han adquirido de buena fe en establecimientos farmacéuticos o en modalidad de ventas rancheras que promueve la propia industria de la falsificación.

Fábricas que operan en lugares céntricos de diversas ciudades o en traspatios de barrios populares falsifican o adulteran desde una aspirina hasta las más exclusivas marcas de productos indicados para aliviar enfermedades catastróficas, sin que las autoridades digan siquiera esta boca es mía.
Lo peor de este drama sanitario es que cada vez que se intenta ubicar y desmantelar esas instalaciones, surgen las protestas de propios auspiciadores bajo el alegato de que son establecimientos que sustentan empleos de padres de familia, como si fuera legal y legítimo falsificar o adulterar medicamentos.

Sin atreverse a poner dedo sobre llaga, varias instituciones oficiales patrocinan una campana pública para advertir que “es criminal vender medicamentos falsificados” y para exhortar a los ciudadanos a adquirir solo medicinas certificadas. A lo que se debe aspirar es a que Fiscalía y Salud Pública se atrevan a cumplir con su obligación de ubicar y desmantelar esas fábricas de medicamentos falsos o adulterados y someter a la justicia a sus dueños o cómplices, sin importar cuán poderosos o influyentes sean.

Sudelka Garcia

Periodista de El Nacional Digital