POR: Hugo A. Ysalguez
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Desde tiempos ancestrales, la política ha contaminado al Poder Judicial, despojando algunos jueces de ser juzgadores imparciales, pasando por alto el principio del jurisconsulto romano, Domicio Ulpiano, cuando definió la justicia como “la constante y perpetua voluntad de darle a cada quien lo suyo”.
Algunos colaboradores del sangriento dictador, Rafael Leonidas Trujillo, le atribuye a su consultor jurídico, doctor Arturo Logroño, un destacado intelectual y abogado, que la función básica de la ley era para aplicárselas a los enemigos del régimen y no a sus amigos. El historiador, doctor Euclídes Gutiérrez Félix, podría aclarar la veracidad de esta aseveración.
Es un signo alentador, que el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Mariano Germán Mejía, procure una justicia democrática donde los jueces no hagan proselitismo y que la política sea sacada del Poder Judicial, para que los magistrados no inclinen la balanza.
Germán Mejía, en el desarrollo de esa encomiable labor, puede encontrarse con múltiples obstáculos, pues un número apreciable de jueces son cuadros de partidos políticos, y muchos de ellos, actúan con un vergonzante sectarismo que los obnubila en la delicada tarea de impartir justicia.
En el Poder Judicial, existe una malla para proteger a ex funcionarios del pasado gobierno, cuya riqueza y opulencia no tienen ninguna justificación, y la única explicación razonable es que sustrajeron bienes millonarios de las arcas públicas, reproduciendo los índices de pobreza.
La fiscal del Distrito Nacional, licenciada Yeni Berenice Reynoso, hizo un retrato del Poder Judicial con las siguientes palabras: “El sistema de justicia está corrompido y yo lo he vivido porque he vivido dentro de sus entrañas”. Y como dijo un despreciable político “más claro ni el agua”.

