Opinión

Poppy: A pie y sin escolta

Poppy: A pie y sin escolta

José Ingenieros, que ha pasado a la historia con su libro “El Hombre Mediocre”, siempre decía que su vicio más caro era leer, porque debía dejar de trabajar para mantenerlo. Y nosotros le tenemos a eso un agregado, hasta el amor de la mujer se puede perder mientras se lee, ya que ninguna dama soportaría que el hombre tenga algo más importante que ella.

Y si el que lee, también tiene el vicio de escribir es peor. Mientras escribía, narraba Vargas Llosa al recibir el Premio Novel de Literatura, la mujer le pasaba por el lado y le tiraba al oído: “Tu solo sirve para eso”. Hay que calificar de heroínas del hogar a las esposas de los escritores, que para ser buenos tienen que tener el vicio de leer.

Como se deja de producir para mantener ambos vicios, como decía José Ingenieros, hay que convivir con la austeridad. Cuenta Franklin Almeyda que una vez pasaba junto a Juan Bosch por una casa de un intelectual dominicano, y Don Juan le dijo: “Ahí vive quien sería el mejor cuentista dominicano, pero no soporta pasar hambre.”

En el mundo de la lectura uno se encuentra con libros inolvidables. Para nosotros entre ellos están “Entrevista con la historia”, de Oriana Fallacci, quien decía que “Con los dictadores no se discute, se combaten.”

Pero para nosotros no se queda atrás el libro “En Nombre de Dios”, obra de un escritor británico, David Yallot, quien se dedicó a investigar sobre crímenes no esclarecidos. Él es quien nos habla de Albinio Luciano, Juan Pablo Primero, de quien sostiene fue envenenado en el Vaticano.

Argumentaba que la causa obedecía a que el Papa, que hoy tiene un parecido con Francisco, era partidario del anticonceptivo y de que la Iglesia Católica se deshiciera de todo el oro en provecho del más desfavorecido de esta tierra.

Cuando falleció Poppy Bermúdez, el noticiero de Alicia Ortega entrevistó al legendario jefe de Tramoya del canal, quien narraba que cuando Poppy llegaba al canal 9 desde Santiago no se iba sin bajar al estudio a saludarlo y preguntarle por la familia.

Juan Pablo Primero bajaba donde el Jardinero y le decía: “Yo también corté las gramas como usted. Yo también tenía cayos en las manos como usted, pero ahora los tengo en el cerebro de tanto pensar. No es fácil ser Papa.”

El llamado Papa de la sonrisa, como le llamaba a Albino Luciani, quería salir y caminar, como cualquier mortal por las calles de Roma, lo que nos recordó el sacerdote de Santiago cuando se velaba a Poppy Bermúdez, de quien narró que llegaba desde su casa a la Iglesia a pies y sin escolta.

El Nacional

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