POR: Danilo Cruz Pichardo
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El presidente de la República Dominicana, licenciado Danilo Medina, cuenta con una valoración favorable de un 90%, conforme a una firma encuestadora extranjera. Es el jefe de Estado de mayor aceptación del continente. Posiblemente del mundo. ¿A qué atribuir esa extraordinaria aprobación de un presidente que, exceptuando el 4% asignado al sector educativo, no ha tomado medidas trascendentales y que –contrariamente– confirmó en sus puestos al grueso de los funcionarios de la administración anterior, mantiene el mismo cuerpo diplomático y garantizó impunidad a sus compañeros de partido acusados de actos dolosos? La aceptación del gobierno obedece a que la gente tiende a compararlo con el anterior.
Y el anterior rompió todos los récords de corrupción pública y su jefe se convirtió en un arrogante extraterrestre, actitud que contrasta con el estilo humilde que oferta el presidente Medina.
El presidente Medina sabe, además, hacerse la víctima y es un estratega político de primera línea, que ha sabido alzarse con el liderazgo de su partido y simultáneamente ser uno de los autores intelectuales del secuestro del PRD, organización con dos bandos inhabilitados para hacer oposición al presente gobierno.
Podría decirse que los dos sectores perredeístas tienen sus preferencias dentro del PLD. El grupo de Miguel Vargas, cuyos principales miembros están en la nómina del Estado, se inclinaba en principio hacia Leonel Fernández, pero a raíz de las derrotas del león, el miguelismo revisa su adhesión para no exponerse a la pérdida de privilegios de todo tipo.
El rechazo a Leonel Fernández en el sector de Hipólito, originalmente, fue la causa de preferencia hacia Medina. Miguel Vargas acusó a Mejía, que suele reunirse con el presidente, de hacer negocios con el gobierno a través de sus empresas agrícolas. Sea una causa o la otra (o ambas a la vez), la verdad es que a casi dos años de las elecciones el denominado PPH no ha hecho oposición al gobierno.

