La Cuaresma son los cuarenta días anteriores al inicio de la Semana Santa, comienza el miércoles de Ceniza y acaba el Domingo de Ramos. Coincide con el equinoccio de la primavera, el cual ocurre en la mitad de la misma.
El equinoccio es el momento del año en que los días tienen una duración igual a la de las noches en todos los lugares de la Tierra (excepto en los polos). Ocurre dos veces al año: en marzo y septiembre.
Ésta supone tiempo de arrepentimiento, de transformación, de buscar una nueva manera de pensar y de vivir,de adoptar de manera sincera con uno mismo una nueva actitud hacia la vida. Es lo que pudiéramos llamar conversión.
Como menciona el maestro del Cuarto Camino, José Reyes, en su artículo sobre la cuaresma: “Este tiempo del año es una oportunidad que se nos abre a todos para adquirir la fuerza necesaria para vencer la fuerza de nuestro propio ego”.
Pudiera significar perfectamente el período mediante el cual seamos capaces de vernos tal cual somos. Para la consecución de tan complicado propósito contamos con valiosas herramientas: el establecimiento de sufrimientos intencionales, ayunos, abstinencias, oraciones, entre otras.
Se pudiera decir que es un período de entrenamiento espiritual, de lucha contra nosotros mismos, contra nuestros malos hábitos, aquellos que poco a poco fueron los formadores de nuestros egos, responsables en gran medida de deformar nuestra personalidad.
Finalizada la Cuaresma, la Semana Santa, y el Domingo de Resurrección. Debemos hacer una autorreflexión, preguntándonos: ¿fuimos capaces de cumplir con todas nuestras buenas intenciones?, ¿logramos ver aunque fuera un breve asomo El rayo de luz que no provoca sombra, algunas personas pudieran responder con un sí, otros responderán con un no, mientras que otros pensarán que solo pudieron cumplir con sus propósitos a medias.
Pero, yo me pregunto, ¿y qué importa si fuimos o no capaces de cumplir con un 1, un 2 o con un 100 por ciento?, esto no es una competencia.
Lo importante durante estos cuarenta días fue nuestra lucha diaria, la cual nos conduce a un estado de serenidad tal que nos permite darnos cuenta de nuestra naturaleza débil e inconsistente, de poder vernos dormidos y aceptar que somos simples maquinas que viven ebrias y soñolientas.
Para mí, el merito de cada uno estará en supropio trabajo, en su combate personal, en su constancia y luego permanencia en el esfuerzo individual.
Sobre todo en esto último, tomar conciencia, si es que optamos por evolucionar, de que debemos convertirnos en guerreros, y día a día librar nuestras propias batallas.
Tal como nos dijera Jesucristo: “llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame “Marcos 8:34 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Este versículo nos indica de manera clara el reconocimiento por parte de Nuestro Señor Jesucristo nuestra condición humana:frágil, cambiante, endeble, floja, etc., y al mismo tiempo se nos muestra compasivo, y nos da una luz de esperanza, nos invita a seguirle indicándonos que si verdaderamente queremos cambiar, no importa cuales sean nuestras debilidades, debemos cargar con ellas y seguirle, ya que solos es casi imposible lograrlo, pero de su mano, pudiéramos acceder a la fuerza superior divina.Única fuerza capaz de obrar el milagro de la transformación del agua en vino en nosotros.
De lograr nuestra metanoia (conversión).
Es la fuerza amorosa y misericordiosa de Dios, la única capacitada para vernos tal cual somos, sin caretas ni armaduras, sin egos ni personalidad.