FMI: Desigualdad
Increíble, pero cierto: ahora resulta que el Fondo Monetario Internacional (FMI) parece convencido de que luchar contra la desigualdad no solo es un tema de justicia, sino de necesidad económica tras décadas de exigencias a los países deudores para que aplicasen rígidos programas de ajustes económicos que llevaron a profundizar los niveles de pobreza y de exclusión social.
En un reciente informe titulado “Causas y consecuencias de la desigualdad de ingresos: una perspectiva global» el citado organismo crediticio multilateral ha sorprendido a la opinión pública internacional al sostener que “los pobres y la clase media son los que más importan para el crecimiento a través de diversos canales interrelacionados económicos, sociales y políticos».
Hace poco más de cinco años la revista británica The Economist (la cual goza de mucho reconocimiento internacional, además de las opiniones de los grandes intereses corporativos) publicó en el 2011 un novedoso trabajo titulado «Los ricos y el resto» donde reconoció que la desigualdad afecta la gestión económica y provoca desequilibrios en los mercados financieros y las finanzas públicas, así como en el desempeño político.
Lo dicho precedentemente se puso en evidencia durante la relación establecida entre los grandes bancos y los gobiernos en el momento de la Gran Recesión (2008-2009) caracterizada por un astronómico drenaje de recursos financieros desde los bolsillos de los contribuyentes a los bolsillos de los dueños y gerentes de esas entidades bancarias, culpables, en primera instancia, de su propia desgracia.
Ya en diciembre de 2014 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), entidad que reúne a las principales economías del mundo, también dio un giro en su enfoque sobre las causas y efectos de la desigualdad al sostener que «la desigualdad tiene un impacto negativo y significativo en el crecimiento económico a medio plazo”.
El FMI acaba de hacer suyo los enfoques de la OCDE acerca del impacto de la desigualdad social sobre la marcha de la economía al advertir a los hacedores de políticas públicas en los países industrializados que el barco de la recuperación económica se está escorando de forma peligrosa hacia el lado de los ricos y puede pasar una factura severa al crecimiento.
Menos mal que los técnicos del FMI han asimilado el testimonio gráfico de los nefastos resultados de sus tradicionales recetas económicas contractivas.
Ese cambio en el enfoque fondomonetarista sobre la desigualdad social y el desempeño económico se produce tras décadas de apostar a la rígida austeridad en el gasto público y a los recortes en las nóminas de la fuerza laboral del Estado, acompañado de reducciones en el gasto social destinado a solventar los servicios de salud, educación, vivienda y transporte demandados por los sectores de ingresos medios y bajos de la sociedad.
Pero el FMI, más allá del arrepentimiento teórico sobre su tradicional enfoque acerca de la desigualdad social y su relación con el desempeño económico, deberá predicar con la práctica al producir profundas modificaciones en los programas de ajustes exigidos a los países deudores. Sólo que habría que ver para creer…