Fiebre no está en sábana
Las debilidades más dramáticas del sistema público de salud quedaron al desnudo macabramente con revelación y escandaloso despliegue mediático de muerte de 11 niños, solo un fin de semana, en hospital infantil Robert Reid Cabral.
La noticia es de tal magnitud que en sociedad civilizada se hubiese tambaleado de arriba a abajo el gobierno, más allá de renuncias y/o cancelaciones, con acciones judiciales para establecer responsabilidades penales por fallecimientos.
Quizás el ministro de Salud Pública y la directora hospitalaria sean chivos expiatorios cuyas cabezas rodaron porque no impidieron los decesos, pero las deficiencias del centro asistencial son sistémicas que afectan el aparato estatal y estallaron por allí.
El informe de la comisión investigadora es autoacusación al gobierno por precariedades derivadas de insuficientes recursos agravadas por eliminación de cuota de recuperación, asuntos desveladores de profundidad de la crisis parecida al iceberg.
Ese reporte revela que cuatro de 11 niños murieron por enfermedades contraídas luego de llegar al centro de salud, es decir, por contagio o contaminación, falta de asepsia, descuido vinculado a mala higiene.
Esto ha devenido en juego de dominó para el sector salud, porque desde Santiago las damas agrupadas en el Voluntariado Jesús con los Niños, aliado estratégico del hospital infantil regional Arturo Grullón, han levantado su voz para alertar de precariedades en ese centro que fue “modelo”. Caso parecido.
El mal fundamental está en la insuficiencia de recursos y equipamiento, bajo apoyo presupuestario del gobierno central, porque la parte de gestión, labor humana, ha sido ponderada positivamente y por eso en protestas del gremio médico se defiende la capacidad y calidad del personal.
Es un problema de fondo, sistémico, que no se resuelve con parches ni disposiciones populistas de ganancia mediática, porque en definitiva, en el caso de las muertes infantiles “la fiebre no está en la sábana”.