Después del Dican…
“¿Y ahora?”, expresión del refranero popular en boga, trasladada del fanatismo deportivo a sucesos protagónicos de opinión publicada desde final de año pasado y primeras planas de 2015 obliga a buscar respuesta al escandaloso caso del robo de drogas del Dican por policías y fiscales.
¿Qué hacer, no con oficiales y alistados policiales y dos representantes del Ministerio Público atrapados como vulgares ladrones, primero, y traficantes de drogas, después, sino con el resto de autoridades que pudiera estar contaminado por la misma plaga de corrupción, peajes y extorsiones?
El caso del Dican, departamento policial de supuesta persecución del narcotráfico barrial minorista, debería ser gota que rebose la paciencia social tolerante sacudida por este bochornoso hecho que termina de hundir en cieno la maltrecha imagen y descrédito de policías y fiscales.
Se ha comprobado lo que era secreto a voces y práctica cotidiana, y ha ocurrido sin dudas por la persecución de autoridades de la DEA, agencia antinarcótico estadounidense por sus siglas inglesas, de la cocaína confiscada y no retenida como evidencia, sino devuelta o revendida a sus “dueños”.
No es momento de lamentaciones porque ya el líquido está derramado, ni buscar más culpables sino más responsables del entramado de agentes depositarios de autoridad que se convierten en actores delincuentes amparados de investidura oficial y prevalidos como tales para buscar impunidad.
Es hora de correctivos y sanciones condignas a la gravedad del caso porque de lo contrario este comportamiento, que se hace común y extensivo, continuará reproduciéndose en detrimento de credibilidad de policías y fiscales, porque sin esa doble complicidad no puede darse.
A propósito del nuevo Código Penal, los hallados culpables de este robo, primero, narcotráfico, después, merecen el duplo de la pena prevista para ciudadano común, porque desdicen su función y desacreditan la autoridad. No debe haber compasión con imputados, hay que dar ejemplo.