POR: Oquendo Medina
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Una clase gobernante –apunta Juan Bosch- toma el poder y establece determinadas reglas del juego político cuya aplicación le asegura, en primer lugar, el dominio del poder por largo tiempo, y en segundo lugar, su existencia como clase llamada a disfrutar privilegios que sólo da el uso del poder.
Pienso que no pecaríamos de ligero al manifestar que la organización política morada, ya con más de doce años en el ejercicio del poder, se ha convertido en clase políticamente dominante que ha pasado a ser gobernante porque ha logrado formar, de acuerdo al criterio de Bosch, un “equipo humano suficiente para cubrir todos los puestos de dirección que hay en el aparato del Estado y cualitativamente capaz de conocer en todos sus matices cómo debe funcionar ese aparato en sus dos aspectos, de fondo y forma.”
En realidad, la clase política (conjunto) representa una diversidad de agrupaciones políticas (subconjunto) que trabajan de manera independiente para conquistar el poder y empezar a administrar las instituciones gubernamentales. Ambos manteniendo, sin tregua, una lucha electoral, en donde las tácticas y la estrategia cambian de rumbo de acuerdo a las coyunturas del presente.
Por ello, cae dentro de la normalidad que nos acostumbremos a observar uno o más segmentos de esa clase política en el gobierno (partido político mayoritario más aliados gobernando) y otros en la oposición, esforzándose por ascender y derribar a los que hoy día están dirigiendo los destinos de la nación.
A veces, aunque piensen y actúen de modo diferente, por razones tácticas algunas agrupaciones se juntan por conveniencia política, y en otras ocasiones actúan de manera separadas; hablamos entonces de unidad y lucha de contrarios. Y en medio de esa vorágine política, el temor asoma y arropa a los defensores de la eficiencia, ética y transparencia en la administración pública.
Más aún, sabiendo que los miembros que conforman la clase política, en su gran mayoría, provienen de la clase media de la sociedad. El profesor Juan Bosch, con la autoridad política y moral que le caracterizaba, decía que: “En el ejercicio de la política nos damos con toda clase de gente, y más en un país como el nuestro, donde la política es un potrero sin puertas en el cual puede entrar todo el que quiera y muy especialmente todo el que tenga hambre de figureo, de dinero o de poder.“

