Deguis y soberanía
El caso de la señora Juliana Deguis, de ascendencia haitiana y nacida en nuestro país, ha puesto al Estado Dominicano a prueba con su soberanía, con su respeto a los derechos fundamentales o humanos y con el funcionamiento de sus instituciones. El mundo se ha fijado en cómo venimos manejando ese expediente. Su naturaleza jurídico-procesal inicial se transformó, se metamorfoseó como Gregorio Samsa, el célebre personaje de la novela de Frank Kafka, no para convertirse en un inmenso escarabajo, sino para ascender a un asunto de alta política.
La sentencia TC/168/13 del Tribunal Constitucional (TC), del 23 de septiembre de 2013, sobre el recurso de revisión contra la decisión en amparo que dictó el juez de Monte Plata, fue el pivote que disparó como un cohete la trascendencia del asunto Deguis. El TC resolvió que a la amparista no le corresponde la nacionalidad de Juan Pablo Duarte por el principio del jus soli o derecho de nacimiento en esta tierra, porque sus padres estaban de manera ilegal en el país. Y extendió los efectos de esa decisión a los demás que estén en iguales condiciones.
Para el jurista y presidente del TC, magistrado Milton Ray Guevara, y otros jueces de esa alta corte, era previsible que su sentencia generara una lluvia de críticas. La importancia del tema lo demanda. Iniciaron en el órgano constitucional, con los votos disidentes de las dignas magistradas Katia Miguelina Jiménez y Ana Isabel Bonilla. Pero lo que no se esperaban era que esa lluvia se convertiría en una tempestad política. Sobre todo porque los cuestionamientos son casi universales. Juristas y países que apenas se mencionaban en esta media isla se han pronunciado, condenándonos. Y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) prepara el legajo de documentos, pruebas y acusaciones que servirá para que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) nos sancione de nuevo, sin lugar a dudas. Si sobrevivimos, seremos más fuertes.
Ciertamente, así es. Resulta provechoso que pasen acontecimiento como este. Así comprenderemos que debemos dejar atrás la mentalidad insular. Seamos parte consciente del concierto de las naciones civilizadas del mundo. El concepto de aldea global de McLuham se impone hoy.
Ahora el consulado americano le ha puesto la tapa al pomo. Otorgó la visa a la señora Deguis para que declare contra nosotros por ante la señalada Comisión. Estados Unidos de América (EUA), es de Norteamérica, tiene derecho a otorgar visa humanitaria con pasaporte o sin él a la persona que desee. Pero no tiene ningún derecho a atribuirle la nacionalidad de otro Estado que no se la ha otorgado a esa persona. El imperio revuelto y brutal que nos desprecia, como afirmó el inconmensurable José Martí, no respeta la soberanía del país que así ofende. Y para EUA nosotros no merecemos respeto. Nos toca, autoridades y nacionales todos, asumir con dignidad y decoro el rol político-jurídico de rigor. Ni más ni menos.
