Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Juez o funcionario

La justicia es una de las cuatro virtudes cardinales. Las otras tres son la templanza, la prudencia y la fortaleza. Todos los jueces debemos aspirar a practicar la virtud de la justicia como un deber y una obligación. El concepto de deber abarca la esfera de lo ético y de lo moral. Depende de la formación y conciencia del individuo. Es un valor personal y una decisión individual. El célebre filósofo alemán, Inmanuel Kant, lo identificaba como el deber ser, y lo elevaba a un imperativo categórico. La violación o falta a este deber ser se castiga con una sutil reprensión de los relacionados. Es más subjetivo que objetivo. Por eso muchos no le dan la importancia que le corresponde. En nuestra sociedad de consumo, ese concepto está en decadencia. El frío cálculo del lucro personal y del oportunismo lo tienen agonizando.

En cambio, el carácter obligatorio que tiene la administración de justicia se mantiene en el ámbito de lo impuesto, de lo que viene de fuera del individuo, de lo que la sociedad manda. El sistema jurídico se impone con todo su rigor. Es decir, que infringir las reglas establecidas genera que el sistema actúe con todo su poder sancionador. El castigo al incumplidor es objetivo y severo. Puede ir desde amonestación, suspensión o desvinculación del juez. Los individuos mal formados le temen a este castigo más que al moral.

Nuestro gran maestro, don Pedro Henríquez Ureña, nos enseñó que el ideal de justicia es superior al ideal de cultura. El hombre que aspira a la justicia está por encima del que solo busca el conocimiento para su perfección individual. Por eso los intelectuales mezquinos, los que se regodean sirviéndole al poder, sin importar que sea dictatorial, arbitrario o usurpado, no trascienden. Y los pueblos los olvidan como hojas secas de un otoño que pasó. Mientras que los pensadores comprometidos con las mejores causas de su pueblo y del mundo, alcanzan la inmortalidad en la memoria de las generaciones presentes y futuras. Simón Bolívar, José Martí y Juan Pablo Duarte son ejemplos imperecederos. Son paradigmas de la lucha por la justicia social y la liberación de los pueblos oprimidos.

El juez de hoy debe saber que su compromiso supremo es con la justicia. Y que aplica el ordenamiento legal como un medio para hacer justicia, no como un fin en sí mismo. Por tanto, el deber ser del juez democrático se realiza cuando procura que cada uno reciba lo que le pertenece, como decía Ulpiano. Y si existe una ley que impide u obstaculiza que ese objetivo se cumpla, entonces debe declararla inaplicable, bajo la interpretación de los principios, valores y normas del Bloque de Constitucionalidad. Y aplicar la ley con la cual puede hacer justicia.

Cuando el juez no procede así, falta a su sagrado ministerio y se convierte en un mero esclavo de leyes injustas. Degenera en un mero funcionario judicial, que asegura su posición y el cheque mensual, pero que pierde su alma de aplicador de justicia.

El Nacional

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