Marcallé, premio nacional
Roberto Marcallé Abreu fue galardonado con el más alto y prestigioso de los premios literarios que se otorgan en la República Dominicana. Es el Premio Nacional de Literatura por su obra completa. El jurado está integrado por el director ejecutivo de la Fundación Corripio (que patrocina el Premio, con una dotación metálica y un diploma), el ministro de Cultura y los rectores de nuestras principales universidades. Tiene un carácter oficial porque con la premiación se da cumplimiento al Decreto 1053-2000, dictado por el presidente de la República.
El jurado declaró que Marcallé Abreu ganó el gran Premio “Por su sobresaliente contribución a la narrativa dominicana, en el cuento y la novela”. Y agregó que el autor de “No verán mis ojos esta horrible ciudad”, tomo II de su trilogía, “…ha sabido reflejar las palpitaciones de la vida urbana”. También ponderó favorablemente sus aportes al ensayo.
A partir de este merecido Premio Nacional, el también creador de la novela “La Manipulación de los Espejos” entra con derecho propio y por la puerta grande al Olimpo de las letras dominicanas. Allí moran los dioses tutelares de nuestro quehacer artístico literario, como Juan Bosch, Joaquín Balaguer y Pedro Mir; Manuel del Cabral, Manuel Rueda y Marcio Veloz Maggiolo; Carlos Esteban Deive, Diógenes Céspedes y Bruno Rosario Candelier; Andrés L. Mateo, José Mármol y Mateo Morrison; José Alcántara Almánzar, Tony Raful y Diógenes Valdez; Hilma Contreras, Franklin Domínguez y otros cultores de la palabra dignos de mención, y que omito por razones de espacio.
Nuestro singular escritor Roberto Marcallé Abreu, previo a este máximo reconocimiento de las letras, había recibido más de una decena de premios por la calidad de sus creaciones, incluyendo tres veces el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván, editado por el Ministerio de Cultura.
Quienes hemos estudiado, más que leído, la obra narrativa y ensayística del creador de “Las siempre insólitas cartas del destino” o “Cinco bailadores sobre la tumba caliente del licenciado” o “Ya no están estos tiempos para trágicos finales de historias de amor” o “En honor a mi querida Estela” o “Haití, una vecindad peligrosa” o “Peña Gómez, vida y pensamiento” o “Joaquín Balaguer, pensamiento y obra”, y paro para no cansar, sabemos que Marcallé Abreu merece todos los premios. Su obra es única e insuperable, por su especificidad social, la trascendencia artística y la genialidad creativa.
Roberto Marcallé Abreu es dueño de un registro lingüístico excepcional y de una imaginación portentosa. Es un autor protestatario, inconforme y en rebelión permanente contra la vulgaridad cotidiana y las ideologías de época. Tiene garras y las usa para que su temática no se diluya y para que el lector no se escape. Su obra es una catarata de palabras, un grito de terror y de esperanzas; es un mundo de perversidades y de bellezas literarias.
Felicidades, Roberto, mi dilecto amigo.