(II).-
Para 1920, los informes de los oficiales norteamericanos dan cuenta de más de trescientos combates entre guerrilleros y tropas regulares.
En algunos pueblos, las autoridades locales cooperaban con los combatientes y el poblado de Los Llanos “…es un paraíso para los bandidos”, según reporte de Félix Servio Ducoudray.
El apoyo logístico de la población fue tal que algunos podían “dormir de noche en sus respectivas casas”, tal fue el caso de Martín Peguero en Los Llanos, según parte militar.
Los invasores contaron con apoyo de los beneficiarios del despojo de tierras a los campesinos.
Así, en El Seybo se creó una oficina investigativa para sostener a agentes secretos.
Los terratenientes aportaban carne a las tropas, y a veces, también a los combatientes a cambio de que sus propiedades no fueran incendiadas por colaborar con los yankees.
La resistencia armada duró hasta que tropas criollas entrenadas por oficiales norteamericanos se integraron a las persecuciones, los miembros de la Guardia Nacional estaban aclimatados, conocían la topografía, los topónimos y tenían los mismos hábitos alimenticios, lo que les permitió asediar las tropas irregulares de combatientes hasta destruirlas.
En ello participaron sicarios cuyo propósito era perseguir y asesinar guerrilleros, autorizados por la Orden Ejecutiva del 7 de abril de 1917.
La represalia era de tierra arrasada, “las aldeas de Caimoni e Higueral fueron quemadas y más de 150 familias están sin hogar”, reportó el Listín Diario en agosto de 1921.
Aún así, la figura de Vicente Evangelista se hizo legendaria junto a Chachá Goicochea, Ramón Natera, y Pedro Celestino del Rosario (a) Tolete, este último derrotó una docena de veces a las tropas de ocupación en el Este.
Evangelista aceptó un trato y fue a una reunión, y al igual que Sandino en Nicaragua, lo asesinaron, según testimonio de Gregorio Urbano Gilbert.
Ramón Batía, Tomás Mota, Martín Peguero y Juan Pablo Marcial encabezaron tropas irregulares exitosas que se hicieron legendarias, donde había varias mujeres combatientes al igual que en todas las epopeyas nacionales.
La resistencia nacional desde 1919 realizaba una serie de jornadas internacionales de búsqueda de apoyo en Cuba y Nueva York que movilizó la prensa y recibió apoyo de intelectuales, como fue el caso de Francisco Villaespesa autor del “Canto a Santo Domingo”, entre otros muchos más en todo el continente.
Américo Lugo organizó un encadenamiento patriótico popular y fundó La Unión Nacional Dominicana y publicó el Credo Dominicano de gran peso en la toma de conciencia en esa coyuntura.
Paulino Ramos aporta múltiples datos respecto al rol de los intelectuales durante la intervención de 1916 en su Paladión.
Entre el 12 y 19 de mayo de 1920 se llevó a cabo la Semana Patriótica y luego se extendió por las principales ciudades del interior.
El Movimiento Estudiantil se fortaleció y operó en toda la geografía desafiando los interventores con movilizaciones.
La represión tocó a Fabio Fiallo, a Doroteo Regalado, Oscar Delanoy y Américo Lugo, todos penados a tres años de prisión y trabajos forzados. La foto del poeta Fiallo, en ropa de prisionero, dio la vuelta a América y Europa desatando solidaridad para el país y condena a los ocupantes.
El presidente Henríquez y Carvajal recorrió América concitando apoyo a la causa nacional, según una bien documentada descripción de Eliade Acosta Matos en Casa de Las América.
El Movimiento Nacionalista hizo gala de grandes inventivas que mantuvieron en jaque a los invasores.
La resistencia de masones, intelectuales, campesinas, estudiantes y la solidaridad internacional se evidenció efectiva y entre 1921 y 1924 hubo múltiples negociaciones.
En enero de este último año hubo elecciones que ganó Horacio Vázquez y luego una convención que legitimó los actos de los ocupantes creándose las condiciones para la lenta desocupación.