Las corrientes de agua naturales como ríos, arroyos, manantiales, etc., cumplen múltiples funciones: transportan agua y materiales sólidos, conforman hábitats diferenciados en los que viven numerosas comunidades animales y vegetales, constituyen corredores ecológicos, proporcionan belleza a los paisajes y sirven para el ocio.
Un río lo podemos contemplar desde cuatro niveles de percepción: el hidráulico, para el que el río no es sino un simple transportador de agua y sedimentos, el hidrológico, que los contempla como elemento dinámico asociado a una cuenca, el ecosistémico, o el río como ecosistema, y el holístico que tiene en cuenta los valores metafísicos, culturales y evocadores del río.
Durante los últimos años los ríos han sido contemplados sobretodo desde la percepción hidráulica y a lo sumo hidrológica, es decir, como tuberías al aire libre para el transporte de agua y como lugares de evacuación y vertido. Las canalizaciones y obras hidráulicas, la domesticación y contaminación de sus aguas, crónicas o accidentales, las invasiones de los cauces o las destrucciones de las riberas con su cortejo de especies vegetales y animales, han hecho de los ríos uno de los elementos de nuestro patrimonio natural más deteriorado.
Es por ello por lo que la sociedad está demandando una nueva cultura del agua que considere que los ríos y humedales son cuerpos vivos, complejos y dinámicos y no simples colectores, por lo que debemos respetar su funcionalidad y recuperar el valor lúdico, estético y simbólico de los paisajes del agua característicos de la cultura nacional tal es así, que hoy en día nos parecería una locura lavar la ropa o bañarse en un río, algo que era muy corriente en cualquiera de nuestros pueblos no hace más de medio siglo. Porque los ríos han pasado de ser un bien, a ser un recurso, perdiéndose con ello su capacidad de evocación y su valor simbólico como elementos de fecundidad y vida, como patrimonio cultural de un pueblo.
Desde hace tiempo hemos categorizado los ríos de forma muy informal y poco científica. Les hemos dado importancia a ríos que en realidad no la tienen y en otros les hemos dado poca importancia a algunos que si. El paso del tiempo ha ido encargándose de demostrarnos los errores aunque algunos especialistas conocían la realidad desde hace muchos años.
Muchos ciudadanos han creído que el Yuna nacía en la cordillera central norte y la realidad y los estudios, corregidos en los libros actuales han establecido que este nace en los montes banilejos de la zona sureste y que corría hacia el nordeste después de atravesar las montañas de diferentes lugares para llegar a la bahía de Samana y desembocar allí. De esa forma tenemos al Yaque del Norte y del Sur con puntos de nacimientos diferentes aunque considerados por muchos geógrafos como nacidos en el mismo lugar siendo esta verdad a medias.