POR: Efraim Castillo
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Sociología de la voz
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Porque, así como la raza es un episodio de la evolución, también lo es la voz. Al organizar los sonidos que emitía el primate, la voz ocupó la casi totalidad de su comunicación, dejando atrás los gestemas, alaridos y acciones motrices para llamar la atención, como enunció Claude Lancelot, profesor de las Petites Ecoles de Port-Royal des Champs, en su Gramática general y razonada, escrita en colaboración con Antonine Arnauld, en 1660: “La comunicación del pensamiento por el habla exige que esta última sea una especie de cuadro, de imitación del pensamiento”.
Ducrot y Todorov, en su Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, exponen que “las principales categorías de las palabras corresponden a los momentos fundamentales del pensamiento lógico, y agregan “que puesto que el juicio consiste en atribuir una propiedad (predicado) a una cosa, las lenguas tienen palabras para designar las cosas (sustantivos), para designar las propiedades (adjetivos) y para designar el acto mismo de atribución (el verbo ser; porque los demás verbos representan, según Port-Royal, una amalgama del verbo ser y de un adjetivo”, (1995).
Pero ha sido la voz humana el fundamento de la comunicación. Siempre la voz. La palabra pronunciada construyendo patterns y conceptos básicos en las evoluciones culturales periódicas; las palabras-claves pronunciadas elevándose y descendiendo hasta incorporarse definitivamente en los tiempos; la voz humana sirviendo para recitar y comunicar en el Imperio Romano los Si Quis, los Annales Maximi, las Acta Senatus, las Acta Divina Populi Romani; la voz humana en los atisbos prehistóricos del periodismo y la publicidad. La voz humana, inclusive, cuando el cristianismo ocupó un lugar de preferencia en la mesa romana y elevó su categoría con la obligación cristiana de oír misa.
Nuestro antepasado, en el desarrollo de la voz, situó los objetos, los interpretó, los representó y codificó, y luego afirmó algo sobre ellos. Pierre Teilhard de Chardin llamó a esto “la asociación dirigida”, explicando que “por acumulación continuada de propiedades, sea cual sea el mecanismo exacto de esa herencia, la Vida viene haciendo bola de nieve, acumulando caracteres sobre caracteres en su protoplasma, y va complicándose más y más” (Chardin: El fenómeno humano, 1966). Desde luego, Chardin sigue el curso que le ordena su conciencia teológica: no puede negar a Dios, por lo que posibilita la “aditivación dirigida” como una forma de explicar que el orden evolutivo de la materia emana de la Dirección Divina.

