Opinión

Sospechas razonables

Sospechas razonables

Si había dudas sobre la versión de la Policía en torno al asesinato del periodista Blas Olivo, la muerte del sindicado autor intelectual durante un supuesto enfrentamiento a tiros con agentes de seguridad en el Centro de Corrección y Rehabilitación de Monte Plata, donde el imputado cumplía una sentencia de 30 años de prisión, desata una avalancha de sospechas que comprometen la credibilidad y responsabilidad de las autoridades. Los familiares, si bien no estaban conformes con la investigación acerca de la eliminación del economista y periodista, solicitaron de todas maneras al procurador general de la República que se protegiera la vida de José Miguel Rodríguez (Job), el principal acusado, y otros detenidos.

El cuatro de abril el cadáver de Olivo fue encontrado con golpes y varios disparos en Bonao. Los familiares y diferentes sectores comenzaron de inmediato a reclamar que se esclareciera el perturbador suceso. El 3 de este mes el jefe de la Policía, Manuel Castro Castillo, ofreció una rueda de prensa para informar que el periodista había sido muerto por miembros de la banda de sicarios “Latin King”, que dirigía Almonte Rodríguez desde la celda de máxima seguridad en que, por su peligrosidad, estaba recluido. Por el inquietante crimen fueron detenidos Iván Eliseo de León Ramos, Yoryi Blanco Rodríguez, el exagente de la DNCD, Máximo Rafael Alcántara y Manuel Vargas Rodríguez. Otro imputado identificado como Hamlet Gabriel Guzmán Rosa habría caído en un intercambio de disparos con una patrulla.

Solo el prontuario delictivo de Rodríguez Almonte cuestiona la versión sobre su muerte. Se le atribuyen más de 100 asesinatos, lo que sería una especie de cementerio personal, además de ser uno de los remanentes de la red de narcotráfico y lavado que por más de 10 años dirigió el boricua José David Figueroa Agosto. Entre sus víctimas figuran, según la Policía, Omar Lantigua Polanco, Vienesa Cesarina Capellán (Bianca la Gorda) y el empresario Rubén Soto Hayet. También se le sindicó como responsable del atentado contra Marino Popoter, subdirector de seguridad del Modelo Penitenciario. Un hombre con tan tenebroso historial no podía ser un preso cualquiera. Sin embargo, una visita “sorpresa” a su celda para determinar si en verdad estaba armado y revisar llamadas de celulares terminó con su eliminación física.

Hay muchas preguntas que necesitan ser respondidas para acreditar la versión sobre el crimen. Rodríguez Almonte, como ha podido verse, no era un preso común y corriente, a quien además las propias autoridades tenían como peligroso. ¿Cuestión de método? Podría ser, pero nadie acepta la versión del suceso sin formular reparos. Las autoridades, por ende, están compelidas a profundizar las investigaciones. Tal vez alguien se beneficiaba con su muerte.

El Nacional

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