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Teorías conspirativas

Teorías conspirativas

Susi Pola

Así se llama a las explicaciones nunca probadas que pretenden aclarar, generalmente, una resistencia al cambio sociocultural en sentido muy amplio, y estas teorías conspirativas, porque confabulan, ofrecen respuestas partiendo de la tergiversación y la manipulación de los sentimientos de miedo, incertidumbre y descontrol.

Al parecer, las teorías conspirativas no son exclusividad de estos tiempos y han existido como una respuesta a las crisis sociales existenciales de los pueblos, un mecanismo a partir del miedo, la incertidumbre y el mismo descontrol, sentimientos impulsores de resistencia. Y lo hacen confabulando.
Capaces de asentarse y transmitirse como teorías coherentes, una vez formadas la historia de la humanidad las asienta como válidas, aunque nacen irrealmente como reacción emocional desde la misma naturaleza humana. (Existen muchos ejemplos de ellas, como la Roma incendiada por Nerón, la culpa de los judíos por la propagación de la peste y reveses de las Cruzadas, hasta la historia del “chupacabras” y otros animales y/o seres fantásticos con poderes irreales, etc.).

Prosperan en las crisis sociales como explicación de procesos complejos y simplificados frente al temor receloso y el desorden, fortaleciéndose frecuentemente de argumentaciones religioso-divinas en las culturas providenciales como son la mayoría.

Con las nuevas técnicas de la información y la comunicación en nuestros días las teorías conspirativas proliferan detrás de una universalidad en tiempo real y en la tecnología de la masificación, una trasmisión rápida de narrativas de odio y segregación que genera la violencia en que vivimos.

En el mundo de hoy, las teorías de la conspiración se han convertido en parte del discurso político simplificado de la derecha más extrema que, en el miedo a perder el poder, aplica posturas reaccionarias para desconocer cualquier reivindicación social de cambio de los grupos humanos históricamente discriminados.

Con el poder de nuestras democracias en manos deliberadamente distorsionadoras de realidades, manipuladoras de creencias y emociones para influir en la opinión pública, pero, sobre todo, corruptas, puede estar el destino de las mujeres, niños y niñas y la diversidad de la ciudadanía en nuestro país desde el cuerpo legislativo.

Agravado por la corrupción en un ejercicio político individualista y de enriquecimiento propio a cómo sea, legitimado por los partidos y sus direcciones que favorecen mantener y negociar una estructura de la sociedad que ya no da más.

Así estamos la mayoría de este pueblo: sometida a la intriga detractora de resistencia a los cambios que reafirmen la dignidad humana y la finalidad de las personas de autonomía y libertad.