En 1993, cuando inicié formalmente mi carrera política como militante activo del Partido de José Francisco Peña Gómez, recuerdo con especial gratitud una reunión del Comité Zonal en la que se trataron entre otros temas, la formación electoral de cara a los comicios de mayo de 1994. Al final del encuentro, pude saludar a Héctor Aristy, uno de los héroes de la Revolución de Abril.
Conocer a Héctor me marcó. Junto a mi padre los unía un gran vínculo de amistad nacido en las luchas de la Revolución de Abril, pues ambos fueron miembros del gabinete del presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó. Aristy, como ministro de la presidencia, y mi papá, como procurador general.
Días después de ese encuentro, Héctor me invitó a que lo visitara a su casa. Fue en su hogar, donde se le abrieron las puertas a una cantera importante de jóvenes que teníamos inquietudes de participación en política, y que luego luchamos dentro del frente juvenil, propugnando por cambios y reformas que fueron plasmados en los estatutos y organismos partidarios. Así nació lo que es hoy la cuota de la juventud, reconocida en diferentes partidos del país.
En el marco de esas causas y luchas, acompañamos a Héctor Aristy en sus aspiraciones para alcanzar la candidatura a senador del Distrito Nacional, proyecto que no prosperó en la competencia interna, pero que nos dio la oportunidad de demostrar las capacidades de un grupo de jóvenes que queríamos el cambio. Recuerdo que en una ocasión, organizamos una marcha caravana en la Región Sur de la capital, y antes de iniciar el evento, cayó una fuerte lluvia. El ministro me dijo: “Orlando, usted no es de azúcar, ni de sal, así es que vamos a marchar”. Y así hicimos. Fue una jornada inolvidable.
Disfrutaba mucho de sus tertulias en su casa, pues el ministro siempre tuvo dotes de gran conversador y fue dueño de extraordinarias anécdotas. Le agradezco la oportunidad que me brindó, su amistad y entrega hacia los mejores intereses de los jóvenes y el país. Con su apoyo, muchos jóvenes nos iniciamos en política bajo profundas convicciones democráticas. Su legado vivirá por siempre en nuestros corazones, pero sobre todo, a través de nuestras acciones. Descanse en paz, Héctor Aristy.