El dolor ha vuelto a sacudir a familiares de personas que se aventuran a viajar en yolas a Puerto Rico sin reparar en los riesgos para su vida. De una embarcación que zozobró con 30 tripulantes frente a la costa de Lavacama, en La Altagracia, se han recuperado ocho cadáveres.

La tragedia debería significar un freno para los viajes ilegales, que ya no son en frágiles sino en buenas embarcaciones, pero la gente no escarmienta.

Y contener la travesía no es una tarea tan fácil, sin importar los equipos con que se cuente ni la seriedad con que se asuma la persecución, porque aquí prevalece el criterio en amplios segmentos de que no se progresa por medios lícitos.

Con el costo que tiene la travesía cualquier persona pudiera emprender un negocio y más todavía con las facilidades que se ofrecen en los últimos tiempos.

Es doloroso que personas pierdan la vida persiguiendo un progreso o un reencuentro familiar en aventuras tan arriesgadas. La tragedia que ha costado la vida a ocho personas debe servir a las autoridades para concebir una campaña de orientación, además de mejorar el clima para que la gente sienta que se le toma en cuenta.