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Trujillo, el monarca sin corona

Trujillo, el monarca sin corona

Euclides Gutiérrez Félix, (Santo Domingo, 21 de mayo de 1936), escritor, historiador, articulista de diarios, miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, se inscribe dentro de los autores de libros con cinco ediciones de su obra cumbre, Trujillo, Monarca sin corona, la radiografía más completa no solo del universo psíquico del generalísimo Rafael Leóndas Trujillo, sino la narrativa más profunda, ecuánime y saturada de detalles, de lo que la historia llama La Era de Trujillo (23 de febrero de 1930, 30 de mayo de 1961).

Que el autor de este trabajo recuerde, solo dos publicaciones han desbordado los diez mil ejemplares, Un cortesano en la Era de Trujillo, del seis veces presidente de la República doctor Joaquín Balaguer, un libro, y Caracoles, la guerrilla de Caamaño, un folleto de 114 páginas escrito por Hamlet Hermann Pérez, atendiendo al postulado del insigne internacionalista Manuel Arturo Peña Batlle, que sustentaba que libros son los que se paran solos, el resto son folletos, opúsculos y panfletos.

Agotar cinco ediciones de un libro en República Dominicana es una odisea editorial, atendiendo a que cada autor edita mil ejemplares de su obra, calculando que de diez millones que es la demografía dominicana, apenas mil leemos libros.

Cuando la Era de Trujillo los autores publicaban doscientos ejemplares, entendiendo que de apenas más de dos millones de habitantes, apenas unos doscientos leíamos. Esa es la ecuación en cada etapa.

Al desbordar más de cinco mil ejemplares con Trujillo, Monarca sin corona, un record editorial, Euclides Gutiérrez emite una clara señal de la receptividad de su obra, producto de veinte años de estudios, que su vivencia de la tiranía reforzó, para entregarnos la más completa y superlativa narrativa lo más aproximada a la imparcialidad, y la descripción con minucias, que Euclides ha plasmado con caracteres singulares.

Euclides era un supino mozalbete de 24 años en 1960, cuando el generalísimo Trujillo, atendiendo a sugerencias de uno o varios de sus íntimos, le sugirieron incorporar figuras nuevas y jóvenes al perigeo de la férrea tiranía, aunque fuese más para consumo externo, y una parte alícuota para el interno.

El déspota, que no fue una persona ilustrada, que apenas leyó los libros de textos de primaria, pero con una afilada psicología que solo añaden en profundidad natural Buenaventura Báez Méndez, Ulises Heureaux, el terrible Lilís, Joquín Balaguer, Francisco Eugenio Moscoso Puello y Américo Lugo, interpretando el universo psicológico de la condición humana de sus paisanos, aceptó correcta la sugerencia, no el consejo, porque sabido es que a los tiranos y a los providenciales, nadie osa aconsejarlos, sino sugerirles.

El dictador tradujo la sugerencia incorporando a su decadente tiranía, que confrontó decenas de complots y cuatro expediciones suicidas, 1947 por Luperón, y tres el 14 y 19 de junio de 1959 por Constanza, Estero Hondo y Maimón, y la enorme y traumática conspiración develada en enero de 1969, designó a Gregorio García Castro, Luis Dhimes Pablo, Manuel Antonio Jiménez Rodríguez diputados, y a Euclides senador por Puerto Plata, con quien más El Jefe compartió e intercambió pareceres, considerando que Euclides fue quien más le impactó por su precoz y claro discernimiento del rompecabezas político de ese momento altamente peligroso.

Del privilegiado grupúsculo de cinco talentosos jóvenes, Euclides fue quien más confianza produjo al tirano, debido a que su padre, capitán e instructor del Ejército, Euclides Gutiérrez Abreu, era, como todo oficial de los institutos armados, persona de aprecio personal de El Jefe, en quienes sabía eran los garantes de su poder, no el albedrío en consultas electorales falsas de sus conciudadanos.

El capitán Gutiérrez Abreu confío con sus experiencias, desde muy temprano a su hijo, potencial historiador y dirigente histórico del Partido Revolucionario Dominicano y el Partido de la Liberación Dominicana, apreciables detalles e intimidades de la dictadura, que Euclides ha esparcido tanto en esta monumental biografía del generalísimo Trujillo, en disertaciones sobre la tiranía, millares de artículos en el desaparecido diario El Sol y cada lunes en El Nacional, y enterando a su maestro y padre afectivo, Juan Bosch, de muchas referencias inéditas y recovecos de la historia de la tiranía que Bosch no auscultó por su exilio desde 1936.

Fue por ese aval, la distinción del escritor y presidente Juan Bosch, su correcta decisión escoger a Euclides como su secretario personal por 21 años, por sobre todos los que se unieron al laureado escritor, quien reestrena la democracia post Trujillo en su referencial aunque breve administración constitucional del 27 de febrero al 25 de septiembre de 1963.

Trujillo, monarca sin corona, en su quinta edición, ofrece al lector el privilegio de vivir, en una obra excepcional, todo el rigor, excesos, crímenes, cárceles, el oprobio del “corte parejo” (genocidio) del tres al cinco de octubre 1937 donde perecieron entre tres mil a cinco mil haitianos indocumentados, cierto, pero también, la descripción de cómo El Jefe construyó el moderno Estado dominicano, con su infraestructura gubernamental, su industria, instituciones, y más que canales, puentes, escuelas, estaciones de monta y remonta, Código de Trabajo, Seguro Social, Banco Central, el signo monetario dominicano, Bellas Artes, Palacio de Gobierno, Policía Nacional, Marina de Guerra, Fuerza Aérea, política de contención de haitianos, Banco Agrícola y Banco de Reservas.

Pan, circo, fuete, crímenes, cárceles, despojos, cierto, pero sin tampoco negar, visión y concretización del moderno Estado dominicano, que Euclides Gutiérrez amalgama, sin denuestos, sin ditirambos, logrando el difícil equilibrio y mesura, que lo reputa como el consagrado historiador que es, y esa es su bruñida referencia, que transmite a su obra, y por eso su gran valía y éxito editorial.

Por eso Trujillo, monarca sin corona tiene cinco ediciones, y muchas más.

El Nacional

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