Opinión

Una isla y dos países

Una isla y dos países

Es una isla, generalmente cuando es una isla no hay dos países, hay un solo país, aunque sea una isla grande como Australia.” Estas fueron las preciosas declaraciones del ex canciller uruguayo Almagro sobre lo que considera debe ser la realidad de dos naciones habitando en una isla. No hay que tener un doctorado en lingüística y literatura para descifrar –con claridad más que meridiana- el sentido y dirección del mensaje contenido en sus palabras.

Muchos de los agentes financiados por USAID y demás ONG’S, a quienes bauticé con el pseudónimo de “niños malcriados” en Twitter, iniciaron una ofensiva mediática para contrarrestar estas infamantes declaraciones bajo el alegato de una supuesta distorsión de las palabras de ese funambulesco personaje que – no tengan dudas- es una persona bastante estudiada y es consciente de lo que dijo, pero, lo que no pudo prever, fue la reacción que causó en el corazón del pueblo dominicano, que por hospitalario y amigable lo confunden de ingenuo. Todos los que escuchamos esas graves insinuaciones sabemos la razón de las mismas. El contexto no es coincidencia. Nada en el lobbismo y la diplomacia lo es.

Es por esto que el ex presidente Lacalle, también uruguayo le llamó imprudente y desconocedor de la realidad geopolítica de estas dos naciones. Yo diría que imprudentes y necias fueron sus palabras pero no desconocedor. Conoce muy bien esta situación y no es casualidad que antes de recibir el prejuiciado legajo de papeles que pretenden llamarle informe de la comisión que visitó nuestro país, se haya despachado con semejante ignorancia.

Convenientemente ignora los ejemplos del mundo en donde más de dos países comparten una isla. Irlanda, Nueva Guinea, Borneo, Timor, Chipre y San Martin son algunos de los ejemplos más contundentes de esta realidad, que parece habérsele olvidado por completo al títere que se hace llamar secretario general de un organismo cuya propia actuación le ha descalificado con todos los países de la región. No tienen calidad moral para procurar la protección de derechos humanos cuando su principal financiador Estados Unidos ni siquiera reconoce la competencia de la CIDH. Esto es hipocresía de Estado, como lo es procurar salvaguardar el medio ambiente y ni siquiera ser signatarios del tratado de Kyoto.

Debemos reconocer la respuesta de nuestro canciller, Andrés Navarro suspendiendo de inmediato cualquier dialogo con ese parcializado organismo.

El Nacional

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