El anunciado monorriel de Santo Domingo será, sin lugar a dudas, la obra cumbre del presidente Luis Abinader.
El impacto transformador que promete generar en la vida cotidiana de cientos de miles de dominicanos, en un país donde el transporte público ha sido históricamente un talón de Aquiles, representa una apuesta clara por la modernización y la eficiencia.
Este ambicioso sistema, integrado dentro del marco del Sistema Integrado de Transporte de Santo Domingo (SIT-SD), surge como una respuesta a la necesidad de conectar de manera ágil y ordenada a Santo Domingo Este con el Distrito Nacional.
En su primera etapa, con 10.5 kilómetros y 12 estaciones, desde la avenida Charles de Gaulle hasta el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, el Monorriel se enlazará con las líneas 1 y 2 del Metro, generando un verdadero efecto de red que facilitará los desplazamientos cotidianos.
El primer mandatario de la nación informó que el monorriel se extenderá en dos fases adicionales. La segunda lo llevará hasta la avenida Isabel Aguiar, específicamente a la zona conocida como Pintura, donde hará conexión con la futura Línea 3 del Teleférico, y la tercera lo proyectará hasta la autopista Duarte, permitiendo un enlace crucial con la Línea 2C del Metro que conecta con Los Alcarrizos.
Según los datos oficiales, más de un millón de personas se verán beneficiadas por esta infraestructura, con una capacidad inicial para transportar 12,500 pasajeros por hora en cada sentido. Esta cifra equivale a más de 300,000 usuarios diarios.
Técnicamente, el sistema arrancará con trenes de cuatro vagones, cada uno con capacidad para 562 pasajeros.
En un país donde muchas obras públicas quedan truncas o sin continuidad, que un gobierno se comprometa con una infraestructura de esta magnitud habla de una gestión orientada hacia el legado.
Si todo marcha como se ha prometido, el Monorriel no solo cambiará la geografía del transporte en Santo Domingo, sino que marcará un antes y un después en la historia del urbanismo dominicano, convirtiendo esta obra en el paso decisivo hacia una capital más humana, más conectada y más eficiente.
Pero más allá de su dimensión técnica, de su innegable necesitad para apaciguar el caos vehicular que tantos dolores de cabeza provoca a la sociedad, el Monorriel de Santo Domingo plantea también un reto cultural y social: promover un cambio de mentalidad en la forma en que los dominicanos entienden y utilizan el transporte público.