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Universidad innovación y desarrollo

Universidad innovación y desarrollo

La educación, en especial la superior, debe permitir una formación para vivir, para integrarse plenamente a la vida, pero sobre todo para ser feliz, incluyendo el trabajo y la familia. La educación superior debe promover la vida sana, la ética, la responsabilidad con el medio ambiente, la paz.  Es una educación que sin descuidar la formación científica, tiene un componente humanista fundamental que permita a los egresados una visión integral, global sobre los procesos sociales que les toque vivir y superar las limitaciones que se les puedan presentar.

Hoy formamos personas para un mundo que cambia muy rápido. Hay que formar, por lo tanto, de manera flexible, otorgar capacidades para que los egresados puedan adaptarse a los cambios dentro de la perspectiva de aprender a aprender, de aprender durante toda la vida.

Dentro de ese contexto, la educación permanente cobra cada día mayor importancia y muchas personas se verán obligadas a cambiar cada cierto tiempo la orientación de su perfil laboral.

En un mundo muy diverso debemos formar de manera integral, con una perspectiva universal, con competencias múltiples para vivir en ese mundo, incluyendo las competencias laborales que constantemente deben ser renovadas para asumir los cambios sociales y económicos.
Los que ingresan a la universidad hoy ejercerán en un mundo para el cual no han sido formados, e incluso es posible que su formación de base no sea necesaria al momento de ejercer y que otras profesiones hayan surgido.

De aquí la importancia de la innovación, vista como la capacidad de la universidad de recrearse, adaptarse a los cambios y asumir nuevos enfoques, nuevos retos, atendiendo a los cambios del entorno para responder con más eficiencia.

La innovación no debe verse como una actividad mercantilista, sino con un profundo sentido de creatividad.
El gran desafío es que las universidades produzcan innovaciones para beneficio exclusivo de los ricos, de las transnacionales y no de las mayorías.
Hemos sido testigos de la muerte de las universidades como centros de crítica.

La crisis de las ideologías, la desaparición del bloque soviético y el surgimiento de las nuevas tecnologías han creado un vacío importante en la actividad de pensar en las universidades. Actividad que ha sido sustituida por una visión instrumentalista de la educación superior donde sólo se valora la formación para un empleo y no para la vida, para la felicidad de las personas.

La competitividad de las economías lleva a las universidades al fomento de las ciencias duras y las tecnologías y poner en segundo lugar a las ciencias sociales.

No pueden existir universidades sin ciencias humanas y sociales. Las humanidades tienen un papel imprescindible en la construcción de las sociedades, del pensamiento crítico indispensable para la formación integral de las personas.

No se trata de formar para un empleo, sino para la vida, para que las personas, además de las competencias laborales, puedan ser felices, puedan opinar sobre los futuros posibles, sobre los ideales a ser inculcados a las nuevas generaciones. Es darle a la educación superior su verdadero humanismo.
Las universidades para cumplir con eficiencia con su rol deben seguir un proceso continuo de renovación de sus recursos humanos, sus investigadores, sus docentes, lo que les permitirá adaptarse mejor al cambio y a la innovación.

La universidad como fuente del pensamiento creador debe estar abierta a las nuevas visiones de la vida y la sociedad y ayudar a su construcción y a su crítica.
La universidad debe ser siempre revolucionaria. Debe estar siempre en proceso de cambio, es el motor para lograr el desarrollo sostenible de los países. Ellas juegan un papel fundamental en ese proceso, por varias razones.

Primero, por las investigaciones que se realizan en su seno y los conocimientos que se generan fruto del trabajo de sus docentes.
Segundo, por los procesos de la innovación y desarrollo que resultan de los procesos de investigación y, sobre todo, el talento humano que se desarrollo como resultado de la labor docente, la investigación y las demás tareas propias del ámbito universitario.

Estas tres actividades de la universidad tienen un impacto innegable en las posibilidades de desarrollo de una sociedad.
La universidad es el elemento central del desarrollo. Es la responsable de la formación del talento humano del más alto nivel, la investigación y el conocimiento resultado de la misma.

Ella fomenta, también, el pensamiento crítico indispensable para el avance de la sociedad. Son los buenos pensadores, filósofos, futurólogos, que crean los ideales, las utopías, la construcción de futuros posibles, sin los cuales es difícil construir los valores en y lograr las transformaciones que las sociedades requieren. La innovación debe fomentarse en todos los ámbitos de la universidad.

El Nacional

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