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Violencia y machismo

Violencia y machismo

Susi Pola

No hay dudas acerca de la preocupación colectiva y, probablemente, más allá de nuestra comunidad nacional, acerca de la realidad social actual que nos asusta. Sobre todo, la violencia social, manifestada en sucesos cotidianos desde escenarios públicos y privados.

¿Qué se sabe de las causas de las violencias sociales? De acuerdo a los modelos y teorías que las explican, las violencias que vemos a diario solo son un porcentaje pequeño de la gran base socio cultural que las produce.

Parecería que, la base estructural de nuestra sociedad, desigual, reactivamente violenta, incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la gran mayoría, y la base cultural que nos define y valida taxativamente esas diferencias, son mucho más alarmantes.

Otro dato desde la investigación social a tener muy en cuenta es que, las violencias sociales, son desproporcionalmente “viriles”, siendo las cifras que establecen esa relación entre la mayor adhesión a los roles establecidos como masculinos y el ejercicio violento en todos los órdenes. Porque, como explica la tríada de la violencia masculina, el hombre agrede a otros hombres, a las mujeres, niños y niñas, y a sí mismo.

Y las personas se construyen alrededor del género, de una identidad creada socio culturalmente que, en nuestra cultura con visión binaria, les atribuye roles a partir del sexo hombre o mujer, favoreciendo a los hombres en detrimento de las mujeres, de otras masculinidades y de si mismos, creando una situación permanente de violencia social. Ser varón es un factor de riesgo tanto para las estadísticas de suicidio como para las estadísticas de accidentes de tránsito y de homicidios y, además, frente a la depredación de la misma naturaleza.

Sin embargo, la violencia no es inherente al hombre ni al dominicano, pero es que, desde pequeños son socializados para no mostrarse vulnerables ni débiles, confundir acción y agresión con virilidad, poder, con productividad, no llorar, no “quedarse dados”, controlar, a beber, exponerse a los peligros, no tener miedo y atacar para controlar, etc.

En la manera que la mitad de este país, hombres, son más adheridos a los roles masculinos, van a generar violencia como respuesta. Y son quienes están dominando las reglas de este juego dolorosamente establecido.
Y sus protocolos, validan las violencias masculinas institucionalizándolas, imponiéndolas y normalizándolas.

Entonces, ¿qué hay de replantear el papel de los hombres dominicanos? Parece que ese es el reto, tomar conciencia masculina y comprometerse personal, pública y activamente, desde ese poder, contra las violencias machistas.

Ya es hora de darnos cuenta.