Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

La opinión de Pared Pérez

Rafael Peralta Romero
rafaelperaltar@gmail.com

A todos duele la aparente complacencia de la Policía Nacional frente a la delincuencia que devasta de un confín a otro del territorio de la República Dominicana. Como molesta también la displicencia de los agentes ante desórdenes en la vía pública y la usurpación de los espacios que corresponden a todos los ciudadanos.

La Policía se queja de la facilidad con que jueces y fiscales despachan a individuos acusados de crímenes, robos y violaciones sexuales, quienes una vez en la calle, se dedican, tal vez con más ahínco, a su bochornoso “trabajo”. Se trata de sujetos que no tienen temor a los rigores de las cárceles dominicanas.

La vergüenza constituye un freno para regular el comportamiento social de las personas. Todos somos tentados por el dinero y los placeres de la vida, pero unos resistimos y otros caen –y quieren caer- en las tentaciones. El peor espécimen de la familia humana es el que ha perdido la vergüenza, pues se presta para todo.

La falta de pudor es un componente básico en nuestro quehacer político. Escasea la vergüenza de arriba abajo. Infecta a los partidos políticos y a las instituciones estatales. La Policía es una de esas instituciones. A diario se emiten quejas sobre el comportamiento policial y opiniones acerca de cómo mejorarla.

La prensa, que toca los extremos de la complacencia, cuando usa el adjetivo “presunto” para informar de sujetos sorprendidos en actos delictivos, ha informado que el capitán PN Miguel Ferreras Bonifacio mató a un “presunto asaltante” y hirió a otro al momento de embestir a una señora, a quien despojaron de dinero y objetos personales.

He aquí que un policía asume un comportamiento excepcionalmente digno y por eso corre riesgo de crucifixión. La Policía ocupó a los sujetos la cartera de la dama, una pistola, una motocicleta y dos teléfonos celulares. Hay informes de un testigo que presenció la acción. No me complace para estos bichos la “presunción de inocencia”.

Menos le habría de gustar al ministro de Defensa, el almirante Sigfrido Pared Pérez, quien ha asumido la protección del oficial involucrado en el caso: “En ninguna parte del mundo que un policía enfrente un delincuente, y ese delincuente es ultimado, es enviado a la justicia». Y es como para coincidir con él.

Aquí no rige la pena de muerte. Pero no será esta columna quien contradiga al ministro militar. Ferreras Bonifacio debe ser invitado a un almuerzo con la plana mayor de la Policía. Y allí todos han de brindar con ese oficial diciéndole: “Usted lo hizo bien, capitán”. No procede sanción. Por eso respaldo la opinión de Pared Pérez.

 

El Nacional

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