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Asesinan a reconocido periodista mexicano en Sinaloa

Asesinan a reconocido periodista mexicano en Sinaloa

CIUDAD DE MÉXICO, MEXICO, (AP).- Javier Valdez, un reconocido periodista mexicano que se especializó en la cobertura de temas sobre el narcotráfico, fue asesinado a tiros el lunes en el estado norteño de Sinaloa.

El crimen ocurre en medio de una creciente ola de violencia contra la prensa ha hecho que se califique a México como uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Valdez es el sexto periodista asesinado desde principios marzo.

El veterano reportero, un referente para todo periodista que llegaba a su estado y quería saber qué pasaba ahí, fue uno de los fundadores del semanario Riodoce de Sinaloa, cuyas instalaciones ya habían sido atacadas años atrás. También era corresponsal del diario nacional La Jornada y autor de varios libros.

Riodoce señaló en su página web que Valdez manejaba un vehículo a pocas calles de sus oficinas cuando desconocidos lo interceptaron y balearon. La Jornada indicó que recibió múltiples disparos.

Imágenes divulgadas en la prensa local mostraron el cuerpo caído en medio de una calle y cubierto con una sábana azul. A su alrededor había 12 conos amarillos que la policía suele utilizar para marcar los lugares donde se localizan casquillos.

El presidente Enrique Peña Nieto condenó el asesinado en su cuenta de Twitter y señaló que pidió a las autoridades federales apoyar en la investigación del que calificó como un “indignante crimen”.

El mandatario aseguró que su gobierno mantiene un “compromiso con la libertad de expresión y prensa, fundamentales para nuestra democracia”.

El fiscal de Sinaloa, Juan José Ríos, no ofreció más detalles del crimen pero aseguró que su prioridad era salvaguardar la integridad del semanario y de la familia del periodista. Agregó que estaban abiertas todas las líneas de investigación, incluyendo la posibilidad de que el móvil del crimen fuera su trabajo informativo.

“El narco allá es una forma de vida”, había dicho Valdez el pasado mes de octubre en una entrevista con Rompeviento TV, una televisora por internet. “Uno tiene que asumir la tarea que le toca siendo periodista; es eso, o te haces tonto; yo no quiero que me digan qué estabas haciendo tú ante tanta muerte”.

“Nosotros en ese ambiente hacemos periodismo pero te cuidas del vecino, del pariente, del tipo que va en la camioneta de lujo mientras esperas el verde del semáforo”, añadió en dicha entrevista.

Valdez decía haber asumido la tarea de contar el narco con un tratamiento humano, social. “Contar la vida en medio de la muerte”, había dicho.

En su último libro, “Narcoperiodismo”, abordó la relación de la prensa y el crimen organizado, pero antes había realizado múltiples investigaciones sobre menores (“Huérfanos del Narco” y “Los Morros del Narco”) o sobre el papel de la mujer en el narco.

El asesinato de Valdez es uno de los de mayor impacto en los últimos años, debido a su reconocimiento y trayectoria, respetado nacional e internacionalmente. Antes, en 2012, otro crimen que generó conmoción fue el de Regina Martínez, en el estado de Veracruz, corresponsal del semanario mexicano Proceso.

Riodoce recibió en 2011 el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, uno de los más prestigiosos para el periodismo en América Latina, y Valdez fue galardonado ese mismo año por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), una organización con sede en Nueva York.

Especializado en temas de violencia, el semanario ya había sido atacado en otras ocasiones y era reconocido por su independencia y su periodismo de investigación. Por eso, tanto Valdez como el medio “estaban siempre bajo amenazas”, explicó el portavoz del CPJ en México, Jan-Albert Hootson.

Hootson habló con Valdez hace tres semanas. “Su puerta siempre estaba abierta… Compartía su conocimiento con todos y por eso es una gran pérdida para todo el mundo”.

Aunque desde hace tiempo se considera a México uno de los lugares más peligrosos para la prensa, la situación se agravó en los últimos meses.

El 2 de marzo mataron a Cecilio Pineda, un periodista independiente de Guerrero. El 19 del mismo mes, en Veracruz, al columnista Ricardo Monlui. Cuatro días después, en Chihuahua, ejecutaron a balazos frente a su casa a Miroslava Breach, de La Jornada. El 14 de abril en La Paz a Maximino Rodríguez, periodista de un medio local de Baja California Sur. Y el 2 de mayo a Filiberto Álvarez, reportero de una radio de Morelos.

Además, otro comunicador de Veracruz quedó herido de gravedad en el mismo periodo; el escolta de un informador de Baja California Sur murió aunque el periodista salió ileso y el pasado fin de semana en Guerrero, un centenar de hombres armados retuvieron temporalmente a un grupo de reporteros a quienes amenazaron y robaron todo su equipo.

“La impunidad endémica permite a los grupos criminales, los funcionarios corruptos y los cárteles de la droga silenciar a sus críticos” en México, indicaba el CPJ en un informe este mes. Según sus datos, desde 1992 un total de 40 periodistas han sido asesinados por motivos relacionados con su trabajo y otros 50 por causas no esclarecidas.

La fiscalía especializada en estos delitos contabiliza 114 homicidios de periodistas desde 2000, de los cuales el departamento ha investigado 48 pero solo existen tres sentencias, según un comunicado de abril de la Cámara de Diputados.

Además de la creciente violencia hacia la prensa, la situación en Sinaloa se ha complicado desde la detención y posterior extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán a Estados Unidos. La salida de escena del que fuera líder del cartel de Sinaloa provocó un incremento de la violencia y la lucha entre distintas facciones por el control del grupo.

El Nacional

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