Han pasado 47 años desde el momento en el cual, siento las seis de la mañana, la voz de Rafael Bonilla Aybar, radical y conservador periodista de derechas, abrió el micrófono de la división radial de la entonces Radio Televisión Dominicana, el 25 de septiembre de 1963, para decir: El gobierno del profesor Juan Bosch ya no existe.
La sensación percibida por la comunidad, era de que se estaba frente a un hecho histórico que cambiaba el curso de la vida cotidiana y que se llegaba a una etapa de la cual sus consecuencias podrían costar sangre, dolor y luto, como al efecto.
El régimen de Bosch, elegido libremente en las elecciones del 20 de febrero de 1962, que había entusiasmado sobre todo a los sectores más empobrecidos por su visión progresista concluía abruptamente con un cuartelazo, con el evidente apoyo de Estados Unidos.
Conspiración tripartita.
Ese régimen, cuenta René Fortunato en su libro La Democracia Revolucionaria, no fue aceptado jamás por los poderes tradicionales, nacionales y de los norteamericanos.
Participaban militares trujilistas a los que dejó en sus puestos, contrariando todos los consejos que se le ofrecieron a Juan Bosch, para que los removiera y auspiciara una nueva generación de oficiales en el esquema militar de las Fuerzas Armadas.
La segunda fuerza fue el empresariado privado que se sintió amenazado en sus intereses (sobre todo por la Ley de Confiscaciones y el inicio de la reforma agraria), y el deseo, indica René Fortunato, de asaltar las empresas que había dejado el dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina.
La tercera fuerza contraria a Juan Bosch fue la Iglesia Católica, que mantuvo una postura de oposición abierta por medio de sacerdotes que lo acusaron de comunista, debatieron con él en la televisión (previo a su asecenso al poder, como es el gran debate con el padre Láutico García, en el programa Actualidades, del periodista Salvador Pitaluga Nivar) y la actitud de algunos curas que, muy vinculados a las Fuerzas Armadas, conspiraron directamente, de acuerdo con las denuncias de JuanBosch, quien cita al padre Marcial Silva, como uno de ellos.
Los empresarios
Las Asociaciones empresariales fueron ríspidas opositoras al régimen constitucional al sentir que se reducía el esquema socio-económico que les favorecía y en más de una oportunidad se manifestaron públicamente contra leyes y medidas del régimen boschista.
Particularmente enfrentaron el proyecto de Ley de Confiscaciones, respecto del cual publicaron un comunicado el 29 de junio de 1963, suscrito por el Consejo Nacional de Hombres de Empresa, la Cámara de Comercio, Agricultura e Industria, la Confederación Patronal, la Asociación de Industrias y la Asociación Dominicana de Hacendados y Agricultores.
El prólogo
La introducción solicitada por René Fortunato al historiador Frank Moya Pons, ha sido pié para una serie de reacciones anti-democráticas, con un cuestionable olor a censura y represión de las ideas.
Del prólogo de presidente de la academia de historia, se han extraído algunas expresiones críticas a las que tiene derecho Moya Pons. Sería deber de quienes no concuerdan con él, rebatirle en el plano de las ideas.
Cierto que a Moya Pons y a otros historiadores, la postura de Bosch en el plano ideológico no les resulta fácil de aceptar, el ejercicio democrático consagra ese derecho a cuestionar y disentir
La Iglesia
La Iglesia Católica se opuso al gobierno de Bosch, cuestionando el predicamento laico y acusándole, por medio de sacerdotes como Láutico García y Marcial Silva, de pro-comunista.
La Iglesia Católica no ha fijado postura sobre su implicación directa o indirecta en el golpe.

