Opinión

A la brigandina

A la brigandina

Inexplicable podría ser que estemos apresurando, casi abortándolo, un proyecto requetemanoseado, de tantos años idos, desde los noventa viene la intención, una reproducción de ideas reproducidas en América de Sur de los ochenta, con posteriores fracasos, la famosa ley de partidos que, para muchísimos, es la solución política para partidos políticos de militantes inorgánicos y de simpatizantes sin puntos de reuniones aunque llegan referidos con sus respectivos comprobantes de pago.

Inexplicable, teóricamente, también resulta que consciente la sociedad de que el sistema electoral requiere de intervención, hasta sugerido por observadores internacionales, tratemos de discutir las cosas con una visión aislada, descontextualizada, siempre como de costumbre, carente de un análisis sistémico, siempre lo mismo, para seguir siempre en lo mismo, es decir con parches sobre hojalatas jamás renovadas, muy a pesar de que está demás decir que las hojalatas están inservibles muy a pesar de los parches embarrados.

Demás está decir que deberíamos comportarnos un poco diferente a lo acostumbrado, aunque sea para lucirnos distintos ahora que el siglo XXI lleva entre sus costillas quince años consumidos para, por lo menos, sentirnos que hemos superados el siglo XIX.
¿Cómo vamos a aprobar una ley de partidos al margen de la ley electoral, si esta misma requiere de reformas, de cambios significativos, cómo discutiremos reformas a la ley electoral sin pasar por una mayor revisión de una JCE y sus juntas municipales probablemente desfasadas, por demás de alto costo económico remediable?.

Entonces los queremos todo, todo lo queremos, sin detenernos a analizar el funcionamiento de nuestra democracia viciada y la constitución de la República que la declara participativa y representativa, y con todos los encantos de una casita de campo.

Y no debería decir yo “analizar”, porque desde los tiempos de Forum/Frank Moya Pons viene discutiéndose todo, y nos repetimos sin soluciones, y con cuando creemos que las hay llegan impresas en una tinta apenas visible. ¿Hasta cuándo seguiremos así?

El Nacional

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