República Dominicana es un país vulnerable para niños y niñas. De acuerdo a cifras estadísticas diversas, la situación de nuestra niñez, en general y de las niñas en particular, merece que el Estado se ocupe con urgencia, sin embargo, candidatos y candidatas para estas inminentes elecciones, ni lo mencionan.
El 20.8% de la población dominicana de 0 a 5 años carece de registro de nacimiento, 12% de la población entre 5 y 17 años, está trabajando, mientras el 56% de toda la población en trabajo infantil, realiza actividades consideradas peligrosas. Dentro de los hogares, un 67.4%, se castiga física y sicológicamente a niños y niñas para «disciplinarlos» y ya para el año 2012, el 90% de las víctimas de violencia sexual en el 2012 fueron personas menores de edad.
El maltrato infantil, es definido como la acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño y a la niña de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su desarrollo físico, psíquico o social, por parte de personas, instituciones o la propia sociedad y también incluye las amenazas y/o el daño físico, psíquico y social.
Históricamente, la preocupación comenzó a mediados del siglo XIX con el caso de Mary Helen, una niña estadounidense golpeada y encadenada por sus padres adoptivos. La publicidad del hecho llevó a la creación en 1875, de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños (y Niñas). Sin embargo, solo cien años después, Henry Kempe, en la reunión anual de la Academia Norteamericana de Pediatras, utilizó por primera vez la expresión «síndrome de la niñez maltratada», refiriéndose al uso de la fuerza física en forma intencional, no accidental, dirigida a herir, lesionar o destruir al niño y a la niña, ejercida por uno de sus padres o por otra persona adulta, responsable del cuidado del menor.
En la última semana de abril, Esther Gabriela Castillo de 12 años, fue estrangulada por su padre, Luis Miguel Castillo, de 39 años, quien alega que lo hizo porque le confesó que estaba embarazada, al llegar a altas horas de la noche a la casa donde ambos vivían. Esther Castillo, murió a manos de quien estaba supuesto de protegerla y amarla, y nos alerta sobre la necesidad de replantear las respuestas machistas y violentas que aún no se investigan lo suficiente en el país, donde los hombres como colectivo, mantienen el dominio, aún de vida o muerte, de las mujeres de las que se creen dueños!
De estas cosas también debieran hablar los políticos en campaña y contarnos cuales programas han preparado para proteger a la niñez dominicana, desvalida y sufriente.